viernes, 13 de marzo de 2009

Ejercicio imaginativo

Imaginemos por un instante que un niño de unos doce años, movido por la curiosidad que le corroe por dentro, coge una cámara de video y empieza a fantasear con ella. Ha visto como sus padres la utilizaban en un sinfín de ocasiones, de modo que conoce el funcionamiento básico y no duda en encenderla y en ponerla a grabar. Sin ninguna intencionalidad especial, acude a la cocina donde su madre, cansada, termina de fregar el suelo. El niño grita: “Mamá, sonríe a la cámara”. La madre se gira hacia el niño sospechando lo que no quiere que esté sucediendo y, al darse la vuelta, antes de poder decirle a su hijo anda y deja eso en su sitio, accidentalmente, vuelca con la pierna el cubo lleno de agua que empapa todo el suelo de la cocina. En ese momento, la madre se sume en un silencio profundo, mientras mira con desesperación el trabajo que tendrá que volver a realizar. Todo queda grabado y las imágenes son mostradas a amigos y familiares con satisfacción. Aquellos que lo van viendo están de acuerdo en señalar la gracia, el desparpajo, la inteligencia y la perspectiva del niño y, en un ejercicio de vanidad e ingenuidad, atribuyen estas circunstancias azarosas al talento de nuestro protagonista, a una acción intencional de debutar en el mundo del cortometraje con una ópera prima que refleje las dificultades y emociones de la mujer en el ámbito doméstico. El niño acepta encantado esta versión. Ya que estamos imaginando, no será difícil que entendamos que alguien de la familia o los amigos mueve algunos hilos, habla con entusiasmo a cualquiera que se le ponga por delante de la obra y del creador y, para poner la guinda, se presenta la obra a un certamen de creación joven en el cual no pueden participar mayores de 30 años. Como es lógico, entre un jurado de dudosa cualificación, la calidad técnica y el valor artístico no tienen ninguna importancia y el único criterio válido para otorgar el premio es la juventud extrema del creador. Es así como el premio supone el bautismo y la presentación en sociedad de un nuevo director de cine, al que todos animan a seguir grabando libremente, sin ataduras ni moldes. La historia continúa, el niño crece y ese adolescente que sabe de su talento natural no duda en seguir trabajando sobre su mundo conceptual: libros manchados de mermelada, gatos conductores de autobuses, una invasión de alienígenas vestidos como Mr. T y otras ideas innovadoras. Y claro, como su talento no puede aceptar moldes, todos aplauden su decisión de no estudiar cine, de romper con la cultura cinematográfica y su carrera se va llenando de grandes frases autocomplacientes como “Rosselini ¡menudo payaso!” o “¿Quién coño es Frank Capra?”. El nuevo creador ha visto la luz en las películas de sus amigos y así toma forma un movimiento artístico basado en una nada creadora porque, evidentemente, el contenido está pasado de moda y ya solo importa el impacto visual. Imaginemos, por último, que años más tarde, un suplemento especial de un diario nacional sobre el mundo del cine, encarga el artículo sobre Billy Wilder al niño, ya joven adulto, que acepta encantado y aparece publicado un emocionado testimonio. ¿Hipocresía? Esto es lo que está sucediendo en los últimos años en el panorama poético nacional. ¿De quién hablo? No importa, no merece la pena.

jueves, 26 de febrero de 2009

Vuelven a aparecer en los suplementos culturales aparatos teóricos sobre el relato breve, el cuento, el microrrelato y todas esas formas de narración diferentes a la novela y cuyo único pecado parece ser ese, haberse diferenciado del sistema novela, de ese oficio literario a veces tan cercano al puro arte y otras veces tan cercano al marketing. Las formas de narración insurgentes en esta dictadura de la novela son casi un modo de transgresión, pues hace ya mucho tiempo que sabemos que a los totalitarismos los sostiene el mercado y que no hay mejor manera de hundir una iniciativa que acusarla de no vender. Sin embargo, es raro encontrar todavía en las publicaciones específicamente culturales, a estas alturas del siglo XXI, justificaciones en las que se acepta sólo a regañadientes que el relato breve es un género propio que nada tiene que ver con la novela y que está basado en otras técnicas, otro prisma. Estas mismas corrientes de pensamiento que se resisten a admitir las evidencias que la literatura les ofrece son las mismas que niegan el reconocimiento a talentos singulares de la narrativa del siglo XX. Sin negar su calidad (algo que sería absurdo), se mantiene el mundo académico y de la docencia universitaria en un limbo que no está sujeto a cambios y revisiones y cierra descaradamente sus puertas ante grandes personalidades que ni siquiera habían llamado a ellas, simplemente, se lo habían ganado escribiendo. Un claro ejemplo de esto que vengo diciendo es el de Julio Cortázar, atrevido, insensato y genial narrador argentino - europeo, que se atrevió a tener una carrera como relatista (palabra que me acabo de inventar por no escribir cuentista). Su atrevimiento le cierra las puertas de la academia y la universidad. Como intrínsecamente, se considera al relato un género menor, siempre se pone por delante de Cortázar algún escritor cuyo éxito esté justificado en otro género. El caso más claro es el de Borges. La cuestión sobre la calidad del relato breve está resuelta dentro del mundo de los buenos escritores hace ya mucho tiempo y este tipo de maniobras de inmovilismo responden a motivos meramente económicos y de mantenimiento de un status quo universitario. Por otro lado, creo que la falta de contenidos de los suplementos culturales, así como de creatividad e ideas de sus redactores, les lleva a volver sobre temas que están manidos, rancios de tanta repetición de argumentos. En mi opinión, ganarían mucho este tipo de publicaciones semanales acercándose a otro tipo de revistas de literatura y dando cabida en sus páginas a creaciones artísticas, poéticas, narrativas o artículos de fondo. La fórmula de la reseña superficial de novedades editoriales y el publirreportaje que toma como excusa publicaciones inmediatas me parece que queda muy lejos de sus posibilidades reales.

martes, 17 de febrero de 2009

Hace un par de semanas leí en Babelia, el suplemento cultural del El País, una columna interesante de Edmundo Paz Soldán. El sugerente título que llevaba el artículo era En la era anti-Salinger. Partiendo de una queja de John Updike sobre los compromisos a los que le obligaba su editorial en materia de presentación de libros y lecturas públicas, el texto argumentaba la desaparición de una época, de un estilo, de una forma de vivir la literatura en la que el autor huye del contacto con el público en general, elude ofrecer su testimonio directo sobre la realidad para dejar que sea la obra la que hable, la que conforme la imagen y el proyecto que se intentaba ofrecer al mundo. Al leer estas líneas, recordaba yo una confesión de Borges, su vocación de escritor como camino par el cumplimiento la ambición frustrada de su padre. Borges cumple así el destino que su padre no pudo o fue capaz de cumplir. Soldán nos enfrentaba en su columna a un hecho: hoy en día casi no puede concebirse una vocación literaria tan ermitaña, tan ensimismada, tan aparentemente lejos de los caprichos del mercado. Incluso, iba más allá y afirmaba que los encuentros, lecturas públicas, presentaciones y otros aderezos son un síntoma peligroso, son, en su opinión, la señal indiscutible de la necesidad que tenemos de defender la literatura, la escritura, la lectura y, por ello, si ha de ser defendido, deben ser malos los tiempos que corren para la creación literaria.
Desde mi punto de vista, la gran variedad de actividades de que se compone el mundo literario en general es, en su mayoría, una estrategia dirigida a la promoción y, por tanto, a la venta. Es cierto que todo aquello que salga de la escritura, la creación y la lectura individual y propia de cada lector es superfluo. Pero también es cierto que analizando estos fenómenos desde este punto de vista nos quedamos en los aspectos más superficiales. Este tipo de críticas, esta nostalgia de otras épocas en las que era posible el éxito desde la cueva, se llevan a cabo desde el campo de los novelistas, los niños y niñas mimados del mundo literario, los únicos que pueden aspirar a vivir de la literatura, los únicos que reciben el respaldo incondicional de editoriales fuertes, los que saben del negocio de las letras, los que reciben el cariño del público y son líderes en ventas y lectores gracias a la falta de formación de la población en general en materia de literatura. Desde este punto de vista y azotados por la reciente crisis económica y la ya larga crisis crónica a la que viene enfrentando la literatura en esta época de hegemonía visual y con la competencia de internet, es normal que tengan morriña de aquella comodidad, aunque muchos no la hayan experimentado. Los que escribimos poesía en cambio estamos acostumbrados a tener que defendernos de las críticas, incluso dentro del propio mundo literario, y somos conscientes de las diferentes vidas que tiene el verbo: intelectual, escrita, de viva voz, aclamado. Desde un principio, aceptamos el escaso valor mercantil de nuestros textos y acudimos de buen grado al encuentro con la gente para poder exponer nuestra mirada, la luz que alumbra el mundo en nuestros ojos.

viernes, 30 de enero de 2009

Hoy, día 30 de enero, como todos los años, se ha celebrado el día escolar de la paz y la no violencia y yo, por trabajar en el gremio de la enseñanza, no debo ni quiero ser ajeno a los actos y los recuerdos que acompañan a la fecha. Como todo el mundo sabe, la conmemoración está dedicada al recuerdo de Mahatma Gandhi que murió asesinado por un pistolero integrista un 30 de enero de 1948. La paz es incómoda. O, al menos, lo es para amplios sectores del poder político y el poder económico. La paz es un trabajo continuo, un oficio labrado día a día, una forma de posicionarse ante el mundo, la paz empieza por la posibilidad de una revolución personal, de una autorreflexión acerca de nuestros modos de pensar y hablar, una autocrítica sobre nuestro modo de actuar y sobre lo que nunca hacemos porque supone mucho esfuerzo, a pesar de la necesidad acuciante de acometerlo. Sí, la paz es tan incómoda que han sido muchas las víctimas de las ideas pacifistas. Pensemos en Martin Luther King, pensemos en Ernest Lluch. La paz empieza por las propias personas, por eso, la celebración del día de la paz en los centros educativos debería tomarse muy en serio. Si nos creemos con firmeza que estamos formando a los futuros ciudadanos, a los futuros votantes, a los futuros trabajadores y contribuyentes, la educación para la paz debería tener un lugar destacado en el currículum escolar, más allá incluso de las celebraciones en días puntuales. No podemos olvidar que los Estados están formados por personas y que son por tanto las personas quienes toman decisiones y acaban conformando lo que llamamos el destino del mundo. Por esta misma razón, además de preparar a los niños, tenemos que empezar a tomar las riendas de nuestro planeta, tenemos que empezar a exigir a los dirigentes públicos un claro posicionamiento en contra de la violencia y una firme resolución para acabar con los factores que deterioran la paz y las relaciones entre pueblos y comunidades. En la actualidad, hay varios frentes bélicos claramente abiertos en el mundo, además de otros muchos conflictos soterrados, como aquellos que se mantienen activos a pesar de precarios acuerdos de alto el fuego, los que tienen un nivel de actividad discontinua, así como zonas donde la convivencia es problemática y basta cualquier mínima chispa para desatar episodios lamentables y que deberían evitarse. Por supuesto, la paz necesita un escenario mundial sin conflictos armados, pero la paz no es sólo ausencia de guerra, como la salud no es solamente ausencia de enfermedad. No podrá haber paz en el mundo sin democracia, sin derechos humanos, sin reconocimiento del derecho a existir de todos los pueblos y culturas, no habrá paz en el mundo mientras haya privilegios, mientras el hambre se extienda de forma incontrolada, mientras no solucionemos el problema del agua. Estamos ante un camino largo pero que podemos recorrer, un camino en el que tenemos que librarnos de la desidia y el derrotismo y, por ello, esta mañana he celebrado con toda convicción el día de la Paz, con el deseo y la esperanza de encontrar eco en los muchos educadores que, desde nuestras pizarras, pedimos un día tras otro la paz y la palabra.

Con frecuencia, a los que nos da por la literatura y, en concreto, a los que nos da por incurrir en el terreno de la narrativa, nos encontramos con el famoso miedo del papel en blanco, la incapacidad para producir ideas ingeniosas, tramas intrigantes o que mantengan en tensión, personajes bien formados que no sean clones disfrazados del propio yo, en definitiva, la incapacidad de producir un discurso de lo subjetivo, un discurso creíble y que, durante el tiempo necesario para la lectura del relato, sea atrape por completo el foco de conciencia del lector. Porque, después de todo, en el pensamiento en general, pero con mayor incidencia en el pensamiento narrativo, las imágenes y el lenguaje son un todo indisoluble y me atrevo a decir que no es posible pensar sin palabras. El lenguaje es el responsable principal del pensamiento y por ello tienen una influencia tan grande las variables culturales en los procesos y los productos del pensamiento, toda vez que el lenguaje es el medio fundamental de transmisión de los patrones culturales vigentes en un tiempo y lugar de la historia. En este sentido, cuando, por arte de la inspiración o la lectura, se nos ocurre una genial idea. Ésta aparece ya encuadrada y e impregnada de algunas expresiones lingüísticas que reflejan el ambiente que se quiere transmitir. De igual forma, podemos pensar ahora en cuántas novelas hemos leído cuya trama principal es, prácticamente, la misma: el amor, el exilio, el paso del tiempo, la infancia. Sin embargo, lo que hace de una novela una gran obra es la forma en que está escrita, el flujo discursivo de un escritor que, por suerte, quedó plasmado en papel y ha llegado a nuestros días. En los aficionados a escribir literatura, la enfermedad de la lectura se ha hecho fuerte y esto nos ha provocado una nueva dolencia, la escritura. Intentamos escribir y escribimos con la cabeza llena de Rulfo, Cortázar, Borges, Umbral, la última novela que nos traemos entre manos, y a menudo eso nos hace ser malos emuladores de aquellos a quienes tanto admiramos. Sabemos que es necesario tener maestros, pero necesitamos desligarnos de ellos. Queremos escribir nuestra obra, nuestra gran obra, sin darnos cuenta de un hecho clave: los mejores escritores son los que han sabido reflejar su época en las historias que escribían, sin hacer panfletos, sin confundirnos con el periodismo, sin caer en un excesivo autobiografismo. Por ello, hoy me gustaría pedir que miráramos a nuestro mundo, a estos días que nos toca vivir, al agotamiento de los modos de vida que nos ha impuesto la libertad total de mercado, al exceso de información que está haciendo del conocimiento una superficial información, a las conquistas en derechos civiles que dan cierta esperanza a este mundo, al juego al que sometemos a las personas de los países empobrecidos, a la decadencia violenta del machismo, a toda esa generación de personas en torno a los cincuenta años que se ha pasado la vida trabajando, sirviendo a sus padres y a sus hijos y ahora ve peligrar su jubilación por gracia de una crisis financiera con la que nada tienen que ver. En todas estas brechas de existencia está una de las grandes novelas de nuestro tiempo, siempre que seamos capaces de sustraernos de lo panfletario y lo vanal.
A pesar de las gloriosas navidades que todos seguro habremos pasado, unas navidades en las que no pueden faltar los excesos en la dieta (tanto que la palabra dieta me parece completamente absurda). A pesar de la persistente tristeza, que siempre aparece en determinados momentos de las fechas señaladas por mucho que nos hagamos firmes propósitos de felicidad o tratemos de mantener la mente ocupada con ayuda de la vida social y de la neuroquímica. A pesar de la vuelta al trabajo y de los síntomas que nos provoca la profesión, que no perdonan, que nos inducen una sensación de estar atados en corto y nos recuerdan constantemente dónde está nuestro principal instrumento de trabajo. A pesar de tener que soportar de manera inmisericorde la proclamación empalagosa y constante de nuevos héroes, mitos y genios de la canción, las letras y el celuloide, tendencia que se ve aumentada con la llegada de la Navidad, el incremento del consumo y los recurrentes intentos por revisar y resumir el año que se escapa. A pesar de todo, tenemos el derecho y la obligación de reponernos, de mirar al mundo de frente y preguntarle a cada mañana por qué hoy no puede ser un buen día. Hace unos cuantos días el discurso de toma de posesión de Obama me hizo recordar que el destino tiene parte de trabajo, que la fatalidad tiene mucho de actitud voluntaria, que el azar es casi siempre producto de negligencia o pereza, que la vida cambia gracias a nuestras acciones y omisiones, que no debemos mostrarnos derrotados por la crisis o por dramas como el de Gaza, sino encararlos y asumir que son luchas a largo plazo. En el terreno cultural, para salir de la crisis en lo cotidiano y lo afectivo, yo propongo los clásicos del siglo XX. No niego el valor de las novedades, pero no debemos olvidar que novedad no tiene nada que ver con bondad o con calidad, aunque rimen descaradamente. Alguien escribió alguna vez que el problema de los suplementos culturales de la prensa es que encuentran un gran libro todas las semanas. Esta frase resume con claridad lo que quiero decir. En definitiva, la calidad es un camino que se recorre con esfuerzo y motivación y su reconocimiento requiere cierta perspectiva temporal que nos permita apreciar la imagen más completa, ya que con frecuencia lo nuevo, el corto plazo, nos distorsionan la percepción (si no me creen pregunten a Vetusta Morla). Yo recomiendo para estos días fríos y difíciles a creadores que nos hagan pensar y nos ayuden a identificar de dónde venimos y cómo vamos: Miguel Hernádez, los Poemas Humanos de César Vallejo, Cernuda, Alberti, Gil de Biedma, Silvio Rodríguez, Ara Dinkjian (para las sobremesas), Nina Simone, Costa Gavras y ya me callo, lo prometo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Carlos Paredes

Como contrapunto a aquella crítica severa a la cúpula de Barceló, os quiero hablar de Carlos Paredes, probablemente, el mayor genio en el arte de tocar la guitarra portuguesa. Según la fadista Misia, nunca abandonó su ordinario trabajo y, para sus actuaciones en directo, sólo cobraba el viaje y la estancia. Si queréis oírle, el título de la entrada es un link a youtube.

Diciembre

Me alegro profundamente de que sea diciembre y de este frío temible, de este frío que me deja casi engarrotadas las manos mientras voy tecleando con algo de prisa, de este frío que tiene mis nudillos convertidos en papel de lija y que sufro en la garganta y en los pies. A pesar de la cercanía de las Navidades, de su tristeza intrínseca, de su desaforada inercia consumista. Y digo más: a pesar de que quedan horas para que se encienda una vez más el alumbrado de las calles, esa aberración, ese despilfarro, que, si seguimos con esta carrera hacia lo absurdo llegaremos al punto de tener que apagar las luces en Navidades para hacer algo diferente durante las fiestas. Pues aún así me alegro. Y me alegro porque esta tendencia reciente del tiempo atmósferico español a los inviernos cálidos y a veranos insoportablemente largos (desde febrero hasta octubre en el peor de los casos), me estaba haciendo perder cierta esperanza de estabilidad del mundo en que yo he vivido desde siempre. Estos inviernos cálidos que hemos tenido en años anteriores eran para mí como un signo de muerte de un pasado reconocible y entrañable, en el que había días que no apetecía salir a la calle y eran unas claras invitaciones a la literatura. ¿Qué poemas pueden escribirse, qué libros pueden leerse sin un mínimo recogimiento, sin una mínima intimidad individual que no sea constantemente alterada por invitaciones a lo externo? Acabo de empezar a leer una novela muy apropiada en este momento y que, desde la página 30, ya me atrevo a recomendarla se trata de Nieve de Orhan Pamuk, a quién fue concedido el premio nóbel en 2006. En la novela, un periodista y poeta turco vuelve al pueblo donde pasó parte de su infancia, después de largos años exiliado en Alemania. Y vuelve para hacer la cobertura informativa de unas elecciones municipales con mucha tensión (el anterior alcalde ha sido asesinado), así como para escribir un reportaje sobre una oleada de suicidios de mujeres jóvenes. Supongo que quién me lea se estará preguntando por qué esta novela es tan apropiada. La respuesta es que, en la novela, la nieve no deja de caer y, como puede suponerse, la sensación de frío que transmiten sus páginas es evidente. Por si todo esto pareciera poco, el fin de semana que se aproxima es largo. Vino, café, estufa, manta, Pamuk. ¿Acaso hay un plan mejor?

viernes, 28 de noviembre de 2008

Complejo de Capilla Sixtina

Según podemos saber por lo que nos cuentan, tenemos que estar todos rebosantes de felicidad, en un estado de embriaguez celebrante ante la nueva situación del arte español en el mundo de la cultura internacional. Y es que la renovación de la cúpula de la sala XX del Palacio de las Naciones Unidas ha sido efectuada por el artista español Miquel Barceló, por lo que nuestro orgullo de nación debe estar inflado y bien reluciente. No parece que haya ningún inconveniente en esto, salvo que uno empiece a quitar la arena que tapa el resto de la noticia, que uno empiece a excavar bajo la retórica oficial y las sorprendentes imágenes de los medios de comunicación y descubra, en un gesto tan simple como leer un periódico que la reforma ha costado en total 20,35 millones de euros (3.385 millones de pesetas). Y, por si esto fuera poco, una parte de este dinero, en concreto, 500.000 euros ha sido sustraída de los Fondos de Ayuda al Desarrollo. No seré yo quién haga una crítica a la inutilidad del arte, al recorte económico a las actividades culturales en tiempos de crisis. Al contrario, adoro el arte, respeto profundamente la creación artística y creo que las civilizaciones no pueden desarrollarse por completo sin una adecuada evolución y consolidación cultural. Pero me parece que se puede hacer el mejor de los cuadros, la mejor de las esculturas, el mejor de los libros, la mejor de las películas, sin tener que derrochar 20 millones de euros. Y por supuesto, si se está convencido plenamente de lo que va a hacerse, no debe robarse el dinero de los Fondos de Ayuda al Desarrollo porque esto acaba por denigrar la actividad artística. Con esto no estoy diciendo que no pueda subvencionarse el arte, lo que estoy diciendo es que no debemos pagar los lujos del artista y menos con un dinero destinado a quienes más necesitan que se les ayude. Mi pasión es la literatura y, evidentemente, me gustaría disponer de una especie de excedencia pagada por el ministerio de Cultura durante la que poder dedicarme a la poesía. Pero esta idea es tan completamente absurda que mi cerebro la descarta automáticamente y pensar que esta excedencia me la pagaran con dinero destinado a los países sumidos en la pobreza me produce una sensación de asco absoluto. El representante permanente de España ante la sede europea de la ONU, Javier Garrigues, en un intento de poner fin a la polémica, justificó el uso de estos Fondos de Ayuda al Desarrollo por la contribución de la obra de Barceló a la promoción de los derechos humanos y el multilateralismo. Este argumento tiene tan poca base que no merece siquiera ser rebatido. Estaría bien que le preguntaran si esta obra promueve los derechos humanos a los fanáticos que han atentado brutalmente en la India, que se lo preguntaran a las muchas personas que mañana morirán por falta de recursos y nutrición. Estaría bien que le preguntaran si, al menos, conocen esta “milagrosa obra de arte pretendidamente democratizadora”. En conclusión, me parece que el mural pintado en la Sala de los Derechos Humanos y Alianza de Civilizaciones sufre de un claro complejo de Capilla Sixtina y nunca podrá librarse del recelo con que la miraran quienes sabemos de su injusta y desproporcionada financiación. La obra se verá afeada porque siempre la miraremos con los ojos, con las gafas de la dignidad.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Idealismo

Muchos de los que estamos ahora entre los veintipocos y los treinta y algo hemos pasado a lo largo de nuestras vidas algún periodo de gran idealismo, con pensamientos recurrentes sobre la injusta distribución del mundo, un periodo en el que, a pesar de la reducción progresiva de la militancia en partidos políticos de corte progresista y ONG de todo tipo, nuestra manera de escuchar música y los gustos musicales se vieron profundamente afectados, en algunas ocasiones de forma temporal y en otras de forma permanente. Y así a unos les daba por Carlos Puebla, a otros por el rock nacional de corte más radical de grupos como Soziedad Alkohólika, otros se centraban en grupos como Sepultura al tiempo que recuperaban el heavy metal de los 80 de formaciones como Iron Maiden. La música que se asociaba a los que pretendíamos tener una conciencia social era muy amplia y diversa e incluso a algunos nos daba por todo al mismo tiempo y de ahí viene el variopinto enfoque cultural que tenemos. Solamente existía un límite: la mal usada etiqueta de la comercialidad. Pero en el cajón de sastre que eran nuestras colecciones de cintas de casette grabadas (a ser posible de noventa minutos y con un disco por cada cara), había también lugar para la expresión de sentimientos, para el lenguaje poético, y este era el lugar donde los Extremoduro ocupaban un papel predominante. Durante años y para un número importante de jóvenes de mi generación y otras aledañas, las canciones de Extremoduro eran como una confabulación con uno mismo o con los amigos más cercanos, sabíamos las letras de memoria o casi y eran el mejor sucedáneo cuando no teníamos disponible un libro. Muchos pensábamos que aquello era literatura además de música rock. Y fueron saliendo discos y más discos y aquella emoción, que había sido tan grande, se iba diluyendo, debilitando. Algunos pensábamos que Agila, siendo un gran disco, flojeaba y el experimento con Fito y Manolo Chinato no salió demasiado bien. Esta pérdida de interés se fue haciendo más grande y llegó hasta el punto de no interesarnos por escuchar discos como Canciones prohibidas.
Y, de repente, estamos en 2008 y Extremoduro ha editado un disco nuevo que se llama La ley innata y vuelve la curiosidad por escucharlo quizá por la cita de Cicerón en la portada, quizá por esa estructura tan característica de las piezas de música clásica en torno a la que se estructuran las canciones. Siendo honestos, este nuevo álbum de Robe y compañía es un gran trabajo y se vislumbra un esfuerzo sincero en pro de la calidad y de cierta innovación. En una de sus canciones Robe dice: “Sueño que empieza otra canción / vivo en el eco de su voz”. Sirvan estos dos versos para establecer una conexión entre los aficionados a Extremoduro que fuimos y los que ahora somos.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Releo a Juan Ramón Jiménez después de un largo periodo de tiempo, en el que más que leerlo lo hojeaba. Si soy sincero conmigo mismo, y a estas alturas de la vida conviene serlo, mis lecturas de Juan Ramón se reducen a dos, ambas del mismo libro. La primera fue una lectura exploratoria, muy marcada por los catorce o quince años que tenía y por la obligación de aquella profesora de literatura. Fue una lectura superficial e incompleta, pero suficiente para que aquellos poemas dejaran una huella en mí que ha durado mucho. Y la prueba es la segunda lectura que estoy finalizando estos días, una lectura mucho más completa, después de tantos libros, de mi propia experiencia poética, con las gafas de estos 31 años y, consecuentemente, más satisfactoria. Han sido muchas las ocasiones entre estas dos lecturas en las que he creído estar leyendo, pero lo cierto es que faltaba un componente decisivo: la continuidad. Hasta en un medio tan aparentemente alejado de los hilos conductores y la secuencialidad narrativa como la poesía, la lectura no alcanza su verdadero sentido si no es continua, prolongada, si uno no se deja llevar por el cadencioso paso de las páginas. Y esto precisamente es lo que me estaba sucediendo: sólo leía poemas sueltos y tenía una fuerte tendencia a centrarme en la poesía anterior al Diario de un poeta recién casado. Es ahora cuando estoy superando aquellos prejuicios de poeta demasiado complejo, aquellas imprecisiones que me hacían ver en casi todos los poemas una temática amorosa, aquel miedo a no comprender que fundaba mi constante evitación del regreso a un libro ineludible para mí. Supongo que los ciclos culturales acaban por contaminar los ciclos personales, la intrahistoria. A punto de finalizar el trienio dedicado a las figuras de Zenobia y Juan Ramón Jiménez, se me agota la extensa antología de Cátedra que cayó en mis manos en 1992 y entiendo la magnitud de la deuda que tenemos los andaluces que sentimos de cerca la literatura con el poeta de Moguer.

Como todos los años, en esta edición del Premio Nobel hemos tenido sorpresa: el galardonado ha sido Jean-Marie Gustave Le Clézio y, por lo que parece, no se lo esperaba nadie. Como todos los años, la sorpresa tiene dos componentes: además del ganador, que el premio no se lo hayan otorgado a Mario Vargas Llosa. El escritor peruano es, desde hace varios años, un candidato a ganarlo o eso es lo que nos hacen creer los medios de comunicación, ya que el primer comentario cada año cuando anuncian el nuevo ganador es “Vargas Llosa tendrá que seguir esperando” y solo después de estas palabras se habla del nuevo ganador, su obra, su reacción ante el premio, su edad. Con los años el Premio Nobel de Literatura se viene especializando en el reconocimiento de escritores que, además de reunir la calidad de la obra y la entrega a la literatura, tienen un claro compromiso social con causas internacionales (este año se ha valorado especialmente el ecologismo de Le Clézio) o con la resistencia moral ante problemas propios de sus naciones o países (piénsese en Elfriede Jelinek). No podemos olvidar que estos galardones son producto de la última voluntad de Afred Nobel, inventor de la dinamita con un terrible remordimiento de conciencia por haberse enriquecido con un producto que se ha utilizado frecuentemente con fines violentos (o eso es lo que nos cuenta la leyenda). Si lo único que se premiara con el Nobel fuera la dedicación a la literatura y la calidad de la obra, ¿cómo se explica que el genio Jorge Luis Borges maestro en ensayo, poesía y narrativa no lo consiguiera nunca? Evidentemente, el compromiso social y político es un factor de peso en la concesión del premio y esto explica gran número de ausencias en el palmarés. Se me podría objetar que no lo han ganado otros grandes escritores que estaban fuertemente comprometidos social y políticamente. El ejemplo más claro en este caso es el de Julio Cortázar. Pero el gran maestro del cuento en la narrativa latinoamericana es un escritor que aún hoy no goza de un gran reconocimiento académico. Hasta tal punto es así que, en muchas facultades de filología, las asignaturas sobre narrativa o cuento latinoameriacano en el siglo XX suelen centrarse en tres o cuatro de sus personalidades, resultando Julio Cortázar el gran olvidado. Además, hemos de tener en consideración que la ideología de Julio Cortázar pudo resultar demasiado comprometida, o por decirlo de alguna manera, demasiado radical. Volviendo a Vargas Llosa, nadie se atreve a dudar del compromiso social del novelista. Pero sus amistades en la Fundación FAES y su aparente indefinición pública con respecto a la situación actual de los países latinoamericanos le pueden estar jugando una mala pasada. Resumiendo, el día en la Academia Sueca decida conceder el Premio Nóbel de Literatura a Vargas Llosa el sorprendido seré yo.

Pues no. No voy a hablar de la crisis económica, de la salud de los sistemas financieros o de la confianza, esa poción secreta que todo puede solucionar. Voy a hablaros de una novela, de una novela que se llama Romanticismo y que no es una fresquísima novedad. Editada en Alfaguara en 2001, la conocí por un articulo en la prensa del también novelista Luís Mateo Díez que, asumiendo la tendencia a exagerar del lenguaje y la perspectiva del periodismo actual, consiguió llamar mi atención lo suficiente como para llegar a comprarla y regalarla a un familiar. Para el familiar, mi elección no fue acertada y perdí de vista el libro por un tiempo, unos seis años, hasta que, en este verano de 2008, lo encontré en una estantería entre una serie de libros apartados del interés general. Y, precisamente, el mismo día en que había terminado de leer El tercer hombre. Sin pensarlo, empecé a leerlo y entonces se cerró el círculo y la compra de aquella novela adquirió plenamente su sentido. En un principio, Romanticismo nos ofrece una prosa que puede hacerse pesada, excesiva, pero con el tiempo y las páginas uno se da cuenta del secreto: una novela ambientada en octubre de 1975 en el barrio de Salamanca de Madrid, ese pequeño recinto cuya cultura ha sido una exaltación del lujo y una veneración por lo desmedido y lo desproporcionado, no puede expresarse con otro lenguaje. Es más, cuando uno conoce tan bien como Manuel Longares el entramado de confiterías, comandos tardofranquistas que defienden el régimen a base de palizas, señoras indolentes que viven de las rentas, contables de ideología socialista, escaparates, en definitiva, cuando uno conoce tan bien la evolución de la burguesía madrileña desde aquel terror a la pérdida de privilegios con la muerte del Caudillo hasta la llegada de la democracia, aquella prosa que, en las primeras páginas del libro, podría juzgarse como un lastre se convierte en un acierto, en un mérito del novelista, que consigue hacer entrar al lector interesado en el universo de la novela. Romanticismo es una buena novela y me atrevo a decir que es literatura, a diferencia de los objetos de marketing con seiscientas y pico de páginas avalados por premios literarios que son como los médicos de los anuncios de teletienda. Si algo puedo reprocharle a Manuel Longares, es más del ámbito de lo personal que de lo literario. En este sentido, me parece que, en el recorrido que la novela hace por el ocaso de la dictadura, la transición y la etapa democrática hasta el año 1996, su visión de la izquierda política resulta, a mi entender, muy estrecha. Por lo demás, me parece que se trata de una novela magnífica y que merece una mayor difusión de la que tiene.

Salamanca

Logroño

Toulouse

jueves, 21 de agosto de 2008

Sarlat la Caneda

Burdeos

Burgos

Veranillo

Ay veranillo, veranillo, improductivo y poco creativo ante todo. Pero vendrán tiempos mejores. De momento, ahí iré poniendo algunas fotos de una ruta turística muy recomendable.

jueves, 19 de junio de 2008

Últimamente, cada vez que me siento delante del ordenador para escribir esta columna, me agobia una idea. Divulgalia es un programa cultural. Cuando hablé con Manuel de la posibilidad de escribir una pequeña reflexión todas las semanas para leerla en directo la tarde de los jueves, acepté tomando en consideración la idiosincrasia del programa, dispuesto a ofrecer mis puntos de vista sobre la literatura y, en general, sobre cualquier otra disciplina artística en la que mi conocimiento y experiencia me permitieran opinar. Pero yo sé mejor que nadie que la realidad es muy distinta y los temas sociales y políticos, la fresca actualidad, lo han impregnado todo en la mayoría de las columnas que he escrito. Y, consecuentemente, los temas culturales, artísticos y literarios se han visto relegados a un segundo (por no decir vigésimo) plano, sirviendo en ocasiones como un pretexto, como punto de partida para volver a la actualidad sociopolítica. Con frecuencia, he pensado que esta manera de hacer las cosas se justificaba en la mayor facilidad que me ofrecía escribir sobre estos temas. Ahora me doy cuenta de que hay sucesos que, sólo con dificultad, pueden evitarse al escribir una columna que acaba por reflejar las preocupaciones y pensamientos de aquel que la suscribe. La primavera de este año 2008 nos ha regalado uno de esos temas ineludibles: el caso de corrupción policial en Coslada. Se han hecho públicas muchas y gravísimas violaciones de las leyes estatales e internacionales por parte de estos profesionales, que se les presupone un trabajo por la protección del ciudadano. Me quedo con una: robar y agredir a las víctimas de un accidente de tráfico en lugar de socorrerlas. Desde que tengo uso de razón, estos sucesos son los más graves ocurridos en un país que, como España, quiere presumir de democracia. Sin embargo, sigo buscando el camino para volver a lo cultural o, al menos, una referencia artística que salve este artículo. Sigo buscando pero no la encuentro. O quizás sí, Jaime Gil de Biedma, Apología y petición: este país de todos los demonios…

jueves, 24 de abril de 2008

Feria del Libro

Estamos a 24 de abril de abril y todavía no he ido a la Feria del Libro. Ya hemos atravesado la frontera del 23 de abril, día internacional del libro y consabido aniversario de la muerte dos de los más grandes escritores de la Historia de la Literatura y aún no me he dignado a visitar la Feria del libro de mi ciudad. Yo, que me enorgullezco de defender las virtudes de la lectura a ultranza; yo, que trato de promover entre mi alumnado la lectura y me autoimpongo la obligación de dar ejemplo; yo, que defiendo el libro como soporte completamente válido y contemporáneo y que evito (aunque no desdeño) la lectura en pantallas de ordenador. Pues sí, yo, por ahora, no la he visitado. Cuando lo pienso, no paro de ponerme excusas: la nueva ubicación me cae muy lejos, total si allí sólo voy a encontrar bestsellers con sus correspondientes precios injustos, lee primero lo que tienes en casa (que ya es mucho) y luego te planteas comprar más libros, etcétera. Pero, en raras ocasiones, me planteo las verdaderas cuestiones de fondo, esas que resisten el envite de las excusas y nos enfrentan a realidades que no nos gusta aceptar. Quizá, en el fenómeno de la decadencia de lo cultural en la sociedad (del que tanto me gusta hablar) no sea yo más que otro de sus actores. Es entonces cuando pienso que me acerco demasiado a situaciones de las que siempre quise estar lejos: la pereza para lo cultural, la desidia, la desgana que no me permite encontrar espacios para la literatura, lo mucho que me dura una novela, el olvido de los versos… Esto hay que cambiarlo. Esta misma tarde, me voy a la Feria del Libro.

Obama (si no escribo una entrada sobre esto reviento)

Es probable que se esté produciendo un cambio a gran escala. Deben estar llegando tiempos de cambio, cuando, por primera vez, un candidato a la presidencia de los Estados Unidos con posibilidades reales de ganar no pertenece al arquetipo varón de raza blanca. El fenómeno Obama no podría haberse imaginado hace un par de años y ahora, sin embargo, es de una realidad incontestable. Ante este panorama, algunos se muestran deslumbrados y ya hablan del cumplimiento del más alto sueño de Martin Luther King. Otros consideran a esto sólo un espejismo, que, en el mejor de los casos, no tiene por qué suponer un cambio de rumbo en la política estadounidense y, en el peor de los casos, se nos recuerda que aún se ha consumado el milagro, que la sociedad estadounidense es profundamente conservadora, que en el fondo estamos ante un terreno abonado para la victoria republicana. A su modo, todos podrían tener la razón. De momento, Obama ha querido distanciarse un poco de las celebraciones por el aniversario de la muerte de Martin Luther King. Además, y debido a la lamentable falta de referencias y precedentes, ha buscado sus modelos de identificación en políticos europeos que están lejos de las tradiciones afroamericanas. Conviene recordar que, en algunos sueños, todo parece completamente real y normalizado… hasta que despertamos.

martes, 1 de abril de 2008

El peligro de tener razón es que se acaba creyendo que no hace falta razonar; el peligro de defender una causa justa es que se acaba creyendo que no hay nada que justificar.
Santiago Alba

jueves, 27 de marzo de 2008

A propósito del premio Hiperión

A estas alturas del año, ni invierno ni verano, después de haber experimentado el vértigo y la violencia verboinstitucional (sí, ya sé que me estoy inventado una palabra) de la campaña electoral, reina una monotonía aparente, donde resiste, como siempre, el refugio de las noticias culturales. El pasado 21 de marzo, con el estreno de la primavera, esta estación a la que algunos no le caemos demasiado bien, se concedió el premio de poesía Hiperión a José Daniel García en su XXIII convocatoria. El premio Hiperión es, para muchos de los que escribimos poesía, uno de los más deseados: la propia editorial, el estilo de publicación, el jurado que lo concede, entre otras razones, hacen de éste un premio muy apetecible. Por tanto, es de rigor que hoy felicite a José Daniel García, un poeta joven pero que ya ha conseguido cierto renombre. Coincidí con José Daniel García en un Homenaje a Juan Ramón Jiménez en el Instituto Andaluz de la Juventud y he de decir que me pareció uno de los poetas más originales que oí aquella tarde. Probablemente, no se trate de la línea poética que yo más admire ni del tono con el que yo pueda sentirme más identificado, sin embargo, creo que sé reconocer dónde hay oficio, trabajo, búsqueda de la originalidad, y la poesía como la mayoría de las cosas de esta vida es, en parte, una cuestión de dedicación. Por ello, mientras escribo estas líneas recuerdo muchos nombres propios, una buena parte de ellos amigos, que hemos tenido y seguimos teniendo la inquietud del verso. Me gustaría con estas palabras infundir ánimos para seguir trabajando y pedir que no decaiga esta forma de entender las cosas que nos ha llevado, durante algún tiempo, a disfrutar de una intensa vida cultural y a producir algo de lo que sentirnos satisfechos. Así que Miguel, Dani, Manuel, Rocío, Manuel, Miguel, Diego, Rafa, Javi y tantos otros, sigamos adelante y muchas gracias.

domingo, 9 de marzo de 2008

Las niñas del gavioto

Modelo abuelita represora



Modelo Club Católico de Escalada



Modelo becaria agresiva y con éxito


Tenía el plan perfecto y una bici...
SFDK

miércoles, 27 de febrero de 2008

28 de febrero: en mi profesión, uno es particularmente consciente de esta fecha. Todo cambia por un día, eso sí el día anterior. Yo sería más partidario del 4 de diciembre y del espíritu de aquella gran manifestación popular, pero esto es lo que tenemos y tenemos mucho. En ciertos momentos de la vida, uno comprende el sentido que tiene hacer festivo un día para celebrar algo. Y considero que somos afortunados, que tenemos la suerte de poder festejar una identidad, una historia, una cultura compartidas, sin vernos castigados por un centralismo opresivo, así como sin la angustia que a algunos les produce la infinita sed de secesionismo y autogobierno, la excesiva conciencia de país. Nunca comprendí los nacionalismos, nunca he logrado entender qué clase de mecanismo provoca que, a estas alturas de la Historia, uno prefiera mirar hacia dentro, incluso cerrar los ojos y perder de vista a nuestro entorno más cercano, ese que nos ha eliminado las fronteras dentro de la Unión Europea. Sin embargo, tengo que reconocer que siempre me he sentido como andaluz y como europeo más cómodo, que como español. Será, probablemente, mi propia educación sentimental la responsable, una responsabilidad que queda muy diluida y distribuida en muchas voces, páginas e imágenes. Mañana será el día de Andalucía y yo les recomiendo, simplemente, alguno de los discos de El Cabrero.

viernes, 22 de febrero de 2008

Una cura de humildad

Enfermedad que puede afectar cualquier órgano o sistema del cuerpo. Las personas con sarcoidosis pueden no tener síntoma alguno o pueden tener problemas graves en muchos órganos de su cuerpo. La causa se desconoce. Es una enfermedad inflamatoria que afecta múltiples órganos del cuerpo, esencialmente, los pulmones y los ganglios linfáticos.

jueves, 7 de febrero de 2008

Precampaña electoral

Sería interesante poder definirse u opinar sobre la campaña electoral a través de un soneto: catorce endecasílabos organizados en cuatro grupos y que todo el que quisiera entendiera mis razones o las detestara. Pero lo cierto es que precampaña electoral, por mucho que se empeñen los políticos, no rima con pleno empleo, ni con vivienda, ni con impuestos. Sí rima con seguridad y también con sanidad, pero se trata de rimas asonantes y ya se sabe que un soneto como Quevedo manda se caracteriza por sus rimas consonantes. Mucho más grave es darse cuenta de que la rima con democracia, además de asonante, si es que es rima, podríamos decir que suena forzada. Y forzados suenan los mensajes apocalípticos que algunos se empeñan en difundir. Al menos, los que nos hablan de optimismo, lo suelen hacer con argumentos y no con los gritos desesperados de los que han perdido toda credibilidad y ya no saben que decir. Lo que más me está gustando de esta precampaña electoral son esos señores uniformados que han confundido la misa con el mitin y que vienen a darnos lecciones de derechos fundamentales predicando con sus ejemplos de discriminación a la mujer y marginación de homosexuales. Estamos ante una nueva era: los santos uniformados piden el voto a Dios en nombre de la gaviota… Perdón, me he equivocado, quise decir… Bueno, ya se sabe a qué me refiero. Parece que el espíritu santo ya no tiene forma de paloma, ahora tiene forma de gaviota, con lo que, en lugar de una ramita de olivo en el pico, a lo mejor lo cambian por un pez muerto en una marea negra (la memoria no se pierde). Y parece que representan a mucha población: sólo hay que ver el lleno absoluto de sus aforos todos los domingos. Lo curioso es que los gaviotos ya han declarado públicamente que, en caso de ganar las elecciones, no cambiarán nada acerca de esos dos gravísimos atentados contra la humanidad que son el aborto y la equiparación de los derechos civiles independientemente de la condición sexual de la persona. Entonces, parece que los santos uniformados piden el voto para estos gaviotos que consienten las atrocidades cometidas por otros. Si existe una ética de la incoherencia, es ésta. O quizá la ética y la coherencia estén en el apoyo incondicional.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Felicitación navideña

Es cierto que la Navidad tiene algunas virtudes. Estoy absolutamente convencido del poder beneficioso que puede tener para algunas conciencias. De hecho, pienso que, si no existieran estas fechas, más de uno y más de una no volverían a sentarse a la misma mesa con sus familiares. Y, es más, algunos no volverían a comprar nunca un regalo. Sin embargo, al borde de la desesperación, del miedo a morir calcinados por el calentamiento global del planeta, muchos de los síntomas que la sociedad deja entrever se me antojan chocantes y claramente evitables. Que la sociedad occidental (la única que conozco en profundidad) está enferma es algo que pocos se atreven a discutir. Que sus síntomas van cambiando a lo largo del año como una suerte de astenias intraestacionales e interestacionales es algo que digo yo, porque así me lo parece y creo que no estoy diciendo ningún disparate. Hace escasas semanas (y ojo que digo semanas) un lúcido locutor de radio se atrevía a proclamar la inutilidad de los esfuerzos del ciudadano medio por ahorrar energía, cuando los ayuntamientos se empeñan en encender los alumbrados navideños cada vez antes. Lo terrible no es el hecho en sí mismo, es la complacencia que ante él mostramos. A la mayoría le parece que esto debe ser así, que las ciudades alumbradas están más bonitas, que no se puede renunciar a estas pequeñas cosas, que es una pena que las quiten casi a finales de enero. Pero lo cierto es que, si seguimos así, el periodo de alumbrado de las calles va a ser tan largo que, para hacer algo distinto en Navidad, vamos a tener que quitar las luces del 10 de diciembre al veinte de enero. Y no sólo de derroche energético se alimenta la enfermedad de nuestra sociedad. Además, asistimos con seriedad a las advertencias de los expertos en consumo que nos dicen que vigilemos la adecuación de los juguetes que regalamos a los niños, que se puede educar con regalos, que no caigamos en la trampa de comprar excesivamente en este periodo, que ahora todo está más caro, que algunos aprovechan para ejercer su oficio de estafadores y que nunca gastemos más de lo que podemos pagar… ¿Es necesario decir todo esto? ¿Es que queda alguien que no lo intuya? Lo triste, una vez más, es que si estas advertencias son necesarias es porque todavía queda gente que compra los juguetes en cualquier sitio con tal de ahorrarse un euro, que regala a los niños lo que piden (algo que siempre está mediatizado por la publicidad), que compra más de lo que necesita a precios excesivos, que se endeuda un poco más a golpe de tarjeta de crédito y que piensa que compra lo mejor y de la mejor calidad. En definitiva, pasen ustedes unas felices fiestas, no se peleen con sus familiares el único día del año en que comparten mesa y mantel, bébanse una copa de más aunque no demasiadas, entren de la mejor manera posible al año y reciban mi gratitud, estimados amigos, por visitar de cuando en cuando este espacio donde vierto mis pensamientos.

Mudanza

No se trata solamente de pedir un día libre en el trabajo, de andar tienda por tienda mendigando cajas de cartón que no vayan a usarse. No se trata tan solo de empaquetarlo todo, de tener en la puerta de la casa que dejas un camión decidido a disolver toda huella de tus manos. Se trata de asumir que aquel espacio ya nunca volverá a pertenecerte, que aquellos que lo habiten mirarán con desdén cualquier objeto olvidado. Se trata de volver a acostumbrarse a perder las costumbres que quedaron arraigadas en las paredes, volver a construir tanta rutina al amparo de un techo que apenas conocemos. Se trata de dejar cajas cerradas, de usarlas como mesas, de decorar el salón con sillas de plástico… Y asomarse a las ventanas sorprendido, pensando en la excesiva velocidad del tiempo, pensando que sería tan extraño prescindir ahora de esta luz, de este frío, de este suelo. El círculo se cierra cada noche cuando, casi dormido o fruto del insomnio, el susto se hace miedo y el miedo se hace burla de un cuerpo que aún no se aclimata al ruido de esta casa, a su sonata secreta y trasnochadora.

domingo, 18 de noviembre de 2007

El lenguaje periodístico

Recientemente, el titular de portada del suplemento cultural de un diario nacional de gran tirada era, cuando menos, sugerente, ya que anunciaba la publicación de un relato inédito del genial Julio Cortázar cuyo título es Ciao, Verona. Ya en el interior, como reclamo para aquellos lectores indecisos, rezaba un subtítulo que concedía al relato la capacidad de desvelar algunos de los enigmas literarios de la obra de Cortázar. Ciao, Verona es una historia de relaciones afectivas cruzadas narrada con una técnica y una sensibilidad exquisitas. Se trata de una demostración de talento que da ganas a uno de gritar mirando al cielo: Cortázar, volvé ¿qué te cuesta? Sin embargo, atribuir a un solo relato breve que quedó inédito una capacidad de esclarecimiento superior a la de toda una carrera literaria donde brillan títulos como Rayuela, Libro de Manuel, Historias de cronopios y famas o Todos los fuegos el fuego, me parece exagerado. Con frecuencia, el lenguaje periodístico, suele caer en exageraciones, grandilocuencias y exaltaciones de valor que podrían calificarse de pueriles. Si tuviera que dejarme llevar por los titulares de la prensa seria, en varias ocasiones se habría desvelado ya todos los secretos de la genética humana, enfermedades como la diabetes y el cáncer ya no tendría secretos para nuestros médicos, la Administración Bush llevaría ya varios meses interviniendo militarmente en Irán… También asistimos al fenómeno contrario: bandas de jóvenes se enzarzan en peleas por motivos políticos que terminan con un muerto y escuchamos decir a ciertos tertulianos en la radio que no debemos dar a los extremistas más importancia de la que tienen. Escribo estas palabras desde el más profundo respeto que pueda tener un adicto a los informativos como yo hacia el oficio del periodismo. Se trata solo de una reflexión impregnada de jueves y de noviembre.

jueves, 25 de octubre de 2007

El Premio Nóbel de Literatura

La novelista británica Doris Lessing ha sido declarada ganadora del Premio Nóbel de la Literatura en el presente año. Para muchos, se trata de una decisión inesperada. Algunos de los más prestigiosos personajes de la crítica literaria han mostrado su unánime rechazo. Harold Bloom, por ejemplo, afirma que: "Aunque la señora Lessing al comienzo de su carrera tuvo algunas cualidades admirables, encuentro que su trabajo en los últimos 15 años es un ladrillo... ciencia ficción de cuarta categoría." Desde mi escasísimo conocimiento de la autora (poco más que su flamante galardón y sin ninguno de sus libros entre mis lecturas), nada puedo añadir al respecto. Pero sí me gustaría plantear una breve reflexión respecto al Premio Nóbel de Literatura, un premio que me merece un gran respeto y al que, un aficionado a las letras como yo, le debe el descubrimiento de alguno de sus novelistas de cabecera. Tras un rápido repaso a los 100 galardonados con el premio desde su primera edición en 1901, nos encontramos con una curiosa tendencia: la gran mayoría de los galardonados son novelistas. Mi recuento personal y, probablemente, inexacto me ha puesto frente a una realidad que no me ha gustado, a saber, que el número de poetas premiados no alcanza al 20%. Esta tendencia histórica del premio se ha convertido en peligrosa por su coincidencia con la evolución de los mercados editoriales. En el mundo de la edición, y dejando a un lado los libros de texto, el verdadero negocio está en la novela. Y la poesía, con demasiada frecuencia, queda situada en posiciones periféricas y marginales desde el punto de vista de lo rentable. Esto hace que algunos de los más destacados premios de poesía, como el Premio Adonais, no supongan una gratificación económica para el autor. Mientras tanto, en el mundo de la novela, los premios más destacados pueden solucionar unos cuantos años de vida de sus agraciados. El dinero, como todos sabemos, es un corruptor poderoso y tiene una gran habilidad para desvirtuar. Recientemente, el premio más famoso de novela en España lo ha ganado un reputado columnista del periódico con mayor tirada nacional y se ha declarado finalista a un artífice de la telebasura y exguionista de culebrones. ¿Cuáles habrán sido los criterios literarios para elegir al finalista? Espero que el Premio Nóbel de Literatura no acabe así.

jueves, 11 de octubre de 2007

El tiempo, ese blanco desierto ilimitado. Aunque sé que Cernuda no se refería al tiempo atmosférico con este verso de su gran poema La visita de Dios, me gusta recordarlo como una especie de estribillo cada vez que se acerca sigiloso un cambio en el tiempo, cada vez que las temperaturas bailan, que el calor se resiste a aceptar su cese y que el sol se declara indeciso en el derroche de su fuerza. Cuando llega la lluvia, se oyen voces que anuncian el invierno, un invierno tan falso como prematuro. Llueve. Y no es solo agua lo que empapa la ropa, los parques, las paredes. También se precipitan las preguntas, quizá por la excesiva e inmensa luz que puede intuirse detrás de las nubes en los días de lluvia. Esa luz de blancura infinita, ilimitada (por volver al verso de Cernuda), plantea interrogantes que escapan a las palabras, dibuja imágenes que se traducen en dudas, rescata los temores infantiles. Pero es tan solo luz, tan solo luz blanquísima, un desierto de luz que no termina.

jueves, 2 de agosto de 2007

Me paso a la fotografía artística

Al hilo de poetas y propiedad intelectual (ya sé que el título es bastante malo)

Bueno, después de varios meses sin aparecer por aquí, esta vez por una buena causa como muchos ya sabréis, vuelvo para haceros constar una reflexión algo simple pero que no quiero dejar de publicar. Nos pasamos la vida oyendo las advertencias y amenazas de los guardianes de la propiedad intelectual y yo me pregunto ¿por qué no se preocupan estos honrados señores por el uso gratuito e indiscriminado que se hace de los más famosos versos de muchos poetas? Con el pretexto de la poesía es de quién la necesita, asistimos a un auténtico festival de apropiación de palabras. En este sentido, creo que los poetas deberían gozar de impunidad en cuanto a las leyes de piratería. Sólo así se les podría compensar por los perjuicios ocasianados en el pasado y los que se les ocasionará en un futuro.
Evidentemente, tengo plena conciencia sobre la tontería que acabo de escribir y ni yo mismo podría defenderla. Pero tenía que hacer algo para retomar el blog.

sábado, 28 de abril de 2007

Y yo que defendía como letrista a Sabina

La vida es fluir,
como estos pensamientos que tratan de huir
de una mente acostumbrada a sufrir.
Es mucho tiempo para darle al coco,
llamadme enloquecido, putas, nadie nace loco.
Yo persigo lo imposible,
describo la belleza con un verso, a menudo incorregible,
loco por producir impredecible
placer en sus cabezas.
Lo siento buscadores de certezas,
mi estilo es increíble.
Somos el tiempo que nos queda,
la vieja búsqueda, la nueva prueba.
Yo tampoco sé vivir, estoy improvisando
pues cada uno tiene que ir tirando a su manera.
Hay quien se desespera, verás,
el tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás...

Kase O

miércoles, 18 de abril de 2007

Aburrimiento

Tratamiento conductual de las adicciones en personas mayores. Inventario de desarrollo Battelle. Cuestionarios de Vida Cotidiana de la escala HOME para niños de 3 a 5 años. Caracteríticas psicoevolutivas de los niños y niñas en la edad de la Educación Primaria. Escala de Apoyo Social de Arizona (ASSIS). Trastornos del sueño en ancianos. Aburrimiento.

lunes, 16 de abril de 2007

La sombra del poema

Un niño ahoga su último grito y se desmaya y, en ese grito, está cifrada toda una generación. Una conversación que se queda a medias y uno quisiera expresarla en toda su complejidad, con todos los pensamientos que la atraviesan. Ese extraño olor a verano, con el que se perfuman algunas tardes de domingo, un olor que apenas dura unos segundos y se diluye. Una vez actúa la máquina depuradora que es la creación poética, hay muchas cosas que pierden su sitio y se quedan, invisibles, a la sombra del poema.

viernes, 13 de abril de 2007

jueves, 8 de marzo de 2007

Fonollosa (link)

Hoy voy a hablaros del libro Ciudad del hombre: Nueva York. Más bien, os voy a resumir el magnífico prólogo de Gimferrer que trae la edición de este poemario en Acantilado. Se trata de un libro con una arquitectura impresionante de tipo coral, en el que cada poema parece estar escrito desde un punto de vista distinto, con distintas ideología y actitudes vitales. A pesar de ello, se pueden identificar tres temas fundamentales: el crimen, la sexualidad y la vida en la ciudad (unas veces como mero telón de fondo y otras como foco principal del poema). La técnica es sorprendentemente unívoca: sólo hay endecasílabos. Pero no por ello, se convierte en una mera repetición de esquemas. Al contrario, una vez se entra en la primera página, un ritmo vertiginoso te lleva a la siguiente y te avasalla con sus mordaz visión del mundo moderno. Si tuviera que ponerle un defecto a Ciudad del hombre: Nueva York, sería que algunos de los versos parecen forzados. En alguna ocasión, parece que las ideas no han querido ajustarse a los moldes acentuales del endecasílabo. Sin embargo, lo cierto es que, si no fuera por este leve detalle (irrelevante a mi entender), el libro de Fonollosa alcanzaría unas cotas de perfección para los que la lírica española, probablemente, no está preparada. En el terreno de lo anecdótico, deciros que, en la época en la que Fonollosa vuelve a Barcelona, despúes de su estancia en Cuba, sus únicas lecturas se reducían a la obra completa de Sade y al periódico La Vanguardia (Nacho, Miguel, Dani, ¿qué os parece?). Para finalizar, os remito al enlace que os he dejado en el título de la entrada y os dejo un poema muy acorde con el día de hoy en que celebramos a la mujer trabajadora:

PRINCE STREET

Debiera liberarse la mujer
de la opresión en que la tiene el hombre.

Bien es verdad que algunas son verdugos
que sin piedad castigan a sus machos.
Mas, por lo general, es la oprimida.
No cuenta como igual individualmente.
Se la ha apartado a un lado y asignado
las funciones higiénicas más bajas:
es cubo de basura de los hombres.

Resulta incomprensible su obediencia
a unas normas injustas desde siglos.
Parece resignada o adaptada,
incluso unas contentas, a estar presa
de algún dictadorzuelo cruel e imbécil
que la veja y le exige una sonrisa.

Sus razones, supongo, habrá tenido.
O, acaso, ha sido un simple experimento
ese dejar hacer. Mas comprobado
de manera exhaustiva que los hombres
no logran resolver la convivencia,
debiera liberarse la mujer.
Y asumir, ella, el mando de la especie.
Nosotros ya tuvimos nuestro tiempo
y hay que reconocer que fracasamos.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Arcos de la Frontera

Interesante libro de poemas

Recientemente, he leído un par de libros de poemas que me han sorprendido y gustado mucho: Tiempo adentro de Javier Vela y Ciduad del hombre: Nueva York de Fonollosa (del que hablaré en la próxima entrada). Leyendo a Javier Vela, me doy cuenta de que el futuro de la poesía española está, desde luego, asegurado. Nacido en 1981, premio Adonais en 2004 y con, al menos, cuatro poemarios publicados (que yo sepa), este joven se atreve a escribir poemas sin renunciar a la tradición, al margen de vanguardias vacías de contenido, creando un mundo propio de significados que despierta en muchos (me incluyo) una gran admiración. Conocí a Javier Vela en la cafetería de la Facultad donde estudié Psicología. Allí nos habían citado Juan José González Mora y Jaime R. Corrales, organizadores de varios ciclos de lecturas poéticas en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla. Era el año 2003. A mí, que por aquel entonces era un librepensador del verso-libre, me impresionó la autodisciplina de la que ya, tan joven, era capaz este poeta. Y digo esto porque, durante la breve y única conversación que mantuvimos, me reveló algunos de sus hábitos de creación poética. Los temas que trata este poeta son serios, muy serios. El retorno, la luz, el deseo, los recuerdos, la infancia perdida. En fin, que os recomiendo su obra. Y por dejaros una muestra, ahí va uno de los mejores poemas de Tiempo Adentro:

INFANCIA
Algo que nos amansa: un presentir acaso
de manos conocidas que nos acariciaran,
de labios que, muy tibios, apenas entreabiertos,
nombraran nuestros cuerpos hasta amarlos.

martes, 27 de febrero de 2007

Espero que dure mucho...

Vuelvo a tener ordenador en casa. Me parece mentira.

lunes, 8 de enero de 2007

Convicción

Estoy completamente de acuerdo con mi amigo Juan Luis Martín García, cuando dice que ningún hispanohablante debería morir sin haber leído El Quijote.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Versos estúpidos II: balada para un blog melancólico

Blog desapercibido, desterrado,
hecho de soledad, sin comentarios,
visitas ni menciones.
Este ínfimo blog, que nunca quiso
ser Borges, ni Bisbal, ni Butragueño,
llora con acritud, derrocha envidia
de tantos blogs famosos, comentados.
¿Es que ya se ha quedado sin amigos?
¿O es que ya no os da pena,
cago en San Blas bendito,
dejar tantas entradas y tan bellas
sin fe ni comentarios?

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Versos estúpidos I

De cuando en cuando, se me ocurren versos estúpidos. Se trata de versos que tienen un fundamento métrico como para sostenerse pos sí mismos, pero que, por su estupidez extrema, se convierten en algo indefendible. Y digo esto porque se me ha ocurrido la genial idea de ir publicándolos en el blog según me vayan saliendo.
En esta primera entrega, os dejo un verso de un posible libro llamado Secretos inconfesables de un ciclista humilde. El verso, que podría formar parte de un soneto con un tono elegiaco, es el siguiente:
el maillot amarillo es mi condena

He vuelto a estar en Madrid


El Madrid que me gusta está debajo de Castellana, de Colón, de la calle Preciados. El Madrid que me gusta es el del aire congelante en los paseos por las cavas, es la fiesta de Diciembre en Fuencarral y el 2 de Mayo. Ese Madrid que me gusta no está en las barcas del Retiro y sí en cada árbol, en cada pequeño puente que se abre al paso de las familias, de parejas atravesadas por la euforia de un vaso de vino. He vuelto a estar en Madrid y recuerdo muchos puesamínomegusta, recuerdo muchos prejuicios escondidos en retórica. Esta ciudad, cuando sabes mirarla, es una pequeña América Latina, una cadena de pianos, trompetas, saxofones, una excusa para volver a Lope, a Calderón. El Madrid que me gusta tiene unos intestinos ferroviarios, una tendencia irrevocable al arte.

lunes, 11 de diciembre de 2006

el tiempo mira al tiempo y lo devora

Lo malo de abandonar el blog durante tanto tiempo es que uno ya no sabe que contar. Cuando uno escribe, ya sabe de antemano que la experiencia no cabe en unas cuantas líneas (por muchas que sean), pero narraros ahora todo este tiempo, que ha vasculado entre la pereza para escribir nuevas entradas y las dificultades informáticas (sí, una vez más, y en esta ocasión la placa base, casiná), se me antoja inabarcable. No penséis que no sé lo que es un resumen. Es sólo que la palabra resumen no me gusta. Es una palabra que se asocia, casi automáticamente, a la parte económica del aprendizaje, a ese rendir cuentas que se parece más a un tiroteo que al conocimiento. Cuando me dicen que haga un resumen, no sé si quieren venderme un móvil o lo que quieren es robarme las gafas...

domingo, 19 de noviembre de 2006

Obligada aclaración

Se me olvidó decir que el poema es mío y la foto de Alonso Fuentes Márquez.

miércoles, 15 de noviembre de 2006