domingo, 18 de noviembre de 2007

El lenguaje periodístico

Recientemente, el titular de portada del suplemento cultural de un diario nacional de gran tirada era, cuando menos, sugerente, ya que anunciaba la publicación de un relato inédito del genial Julio Cortázar cuyo título es Ciao, Verona. Ya en el interior, como reclamo para aquellos lectores indecisos, rezaba un subtítulo que concedía al relato la capacidad de desvelar algunos de los enigmas literarios de la obra de Cortázar. Ciao, Verona es una historia de relaciones afectivas cruzadas narrada con una técnica y una sensibilidad exquisitas. Se trata de una demostración de talento que da ganas a uno de gritar mirando al cielo: Cortázar, volvé ¿qué te cuesta? Sin embargo, atribuir a un solo relato breve que quedó inédito una capacidad de esclarecimiento superior a la de toda una carrera literaria donde brillan títulos como Rayuela, Libro de Manuel, Historias de cronopios y famas o Todos los fuegos el fuego, me parece exagerado. Con frecuencia, el lenguaje periodístico, suele caer en exageraciones, grandilocuencias y exaltaciones de valor que podrían calificarse de pueriles. Si tuviera que dejarme llevar por los titulares de la prensa seria, en varias ocasiones se habría desvelado ya todos los secretos de la genética humana, enfermedades como la diabetes y el cáncer ya no tendría secretos para nuestros médicos, la Administración Bush llevaría ya varios meses interviniendo militarmente en Irán… También asistimos al fenómeno contrario: bandas de jóvenes se enzarzan en peleas por motivos políticos que terminan con un muerto y escuchamos decir a ciertos tertulianos en la radio que no debemos dar a los extremistas más importancia de la que tienen. Escribo estas palabras desde el más profundo respeto que pueda tener un adicto a los informativos como yo hacia el oficio del periodismo. Se trata solo de una reflexión impregnada de jueves y de noviembre.