jueves, 24 de febrero de 2011

En el cuerpo del mundo: poética.

No podía dejar de hacer una referencia al esbozo de poética que expone Andrés Sánchez Robayna en el epílogo del libro En el cuerpo del mundo. Creo que sus ideas son claras y, desde mi punto de vista, acertadas. Por ello, me limito a resumirlas. En primer lugar, conviene aclarar que la poética planteada por el autor no es la formulación de un proyecto, sino la constatación de unos hechos y, en este sentido, se trata de un testimonio. No es raro pues que, desde una perspectiva tan empírica, la concepción de lo poético se plantee como algo que cambia en cada persona a medida que van pasando los años. La concepción de la poesía es, para el poeta canario, como una asíntota que se acerca cada vez más al eje pero que jamás podrá tocarlo. Es decir, sólo se puede dar una vaga idea general sobre la concepción de lo poético que uno tiene y sería más fácil definirla por lo que no es.

El punto de partida que se toma es la propia palabra, ya que en ella se produce la iluminación que lleva al poeta a un conocimiento de lo impensable. La palabra poética no toma el lenguaje como un material ya existente y, en este sentido, es capaz de crear un estado nuevo para el lenguaje, es capaz de hacerlo renacer. Se atreve a preguntarse, a continuación, si no será todo poema una elegía y, más allá, si no será todo poema un “homenaje que la conciencia de la muerte hace a la vida”. Y sus argumentos son sólidos: aun cuando unos versos celebren la vida, siempre está, de alguna manera, presente la conciencia de nuestra condición frágil y mortal. Esta conciencia de temporalidad se amplifica con el sentimiento del lugar, es decir, de formar un todo indisoluble con la tierra. Así, el espacio podría conceptualizarse como una forma de deseo que se manifestaría de forma distinta en cada lugar concreto. La recuperación de este sentimiento, cada vez más perdido en nuestra cultura, es una de las tareas más urgentes de la poesía según Sánchez Robayna. Como conclusión, se acaba presentando al poema como un movimiento del ser hacia lo que no se posee, hacia lo invisible, hacia lo que está más allá de lo real. Pero siempre se ha de tomar como punto de partida las lindes de la realidad, ya que: “sólo la realidad -nuestra inmersión en lo real- puede, ciertamente, llevarnos a lo que está más allá de ella”.

Termina su ensayo el poeta pregúntandose (a partir de una famosa cita de Mallarmé), si no está todo poeta condenado al ostracismo en la sociedad de hoy día. El poeta vive del lenguaje y es cierto que, en la actualidad sufrimos un proceso de empobrecimiento, adulteración y manipulación del lenguaje cuyas causas son de origen social. Vivimos una época que ha hecho de la cultura una realidad banal e intrascendente. Todo esfuerzo del conocimiento se rechaza con el escudo del pragmatismo. Estamos en una dictadura de “lo práctico” y, por supuesto, del beneficio económico. Desde este punto de vista, la palabra sólo puede ser información y, fuera de ella, carece de sentido. El mundo pretende uniformarnos y la poesía nos habla de la multitud de mundos que se hallan en el interior del ser humano. En una sociedad tan desilusionada como la nuestra, se ha hecho urgente recuperar el valor de la palabra. Por tanto, la labor de un poeta sólo puede producirse en un “exilio social”, aunque ya no se trata de un atroz destino, sino de una forma de dar testimonio de la necesidad de una reconciliación del hombre consigo mismo y con el mundo.

domingo, 20 de febrero de 2011