martes, 27 de mayo de 2014

El alienista

A pesar de lo que afirma Massaud Moisés en el prólogo que encabeza la edición de Círculo de Lectores en la colección Estación Lectura, El alienista de Machado de Assis es una novela, micronovela si se quiere (ya que ahora parece que tenemos que remarcar de forma automática y obligatoria la independencia y la excepcionalidad de todo aquello que tenga la condición de breve y se mueva en el terreno de la narrativa) pero novela al fin y al cabo, al estilo clásico, con todos sus mimbres y cumpliendo la prototípica secuencia de introducción, nudo y desenlace. Con sencillez, el relato nos va llevando por los caminos de una comedia disparatada a la situación insostenible de una ciudad en la que parece haber más población dentro del recinto de la casa de Orates que fuera de él. El doctor Simón Bacamarte va dirigiendo sin darse cuenta el curso de unos acontecimientos que se desbocan al ritmo de los vaivenes sufridos por su propia concepción de la enfermedad mental y, complementariamente, de la normalidad psicológica. El alienista, como novela, cumple su función más estricta: divierte. La lectura de narrativa es siempre un instrumento evasivo. Cuando se mezcla con el humor, la narración está obligada a proporcionar entretenimiento y, en este caso, sin duda, lo consigue a través de la corriente de sucesos en los que desemboca cada una de las decisiones de su protagonista y, sobre todo, en la emergencia de los antagonistas, entre los que destaca un barbero que bien podría ser el líder de una revolución obrera.

Está claro que se han cometido actos de auténtica barbarie en nombre de la escabrosa necesidad de promover un pensamiento y un comportamiento normales, estandarizados. Está claro también que la normalidad es un concepto que no puede enarbolarse en la Psicología ni en la Psiquiatría. No necesito que nadie me recuerde la estigmatización que han venido y vienen sufriendo todavía toda esa pobre gente a la que se etiqueta como enfermos mentales. Y sí, sé que todo cerebro humano genera contenidos y tensiones de base psicótica, depresiva, obsesiva, contenidos y tensiones del ámbito de la Psicopatología y que, por tanto, son el núcleo de las llamadas enfermedades mentales. Siendo todo esto cierto, no es menos cierto que se hace muy poco por evitar el sufrimiento y la estigmatización trivializando y estereotipando la imagen del profesional de la salud metal, defendiendo una supuesta libertad de ser felices o infelices de otra manera, queriendo cerrar los ojos ante la gran brecha que se abre entre la indiscutible diversidad psicológica y la innegable diferencia que se percibe en aquellos que, como se expresa claramente en cualquier descripción de criterios para el diagnóstico psicológico, presentan unos síntomas que les causan un gran sufrimiento y les impiden la realización de sus vidas cotidianas. Quienes no quieren ver esto o, simplemente, lo niegan demuestran no tener el más mínimo conocimiento sobre la materia.


El alienista, pues, divierte a pesar de recurrir al tópico o quizá, precisamente, por recurrir a él. El humor, después de todo, encuentra siempre un terreno abonado en la simplificación, la repetición y el recurso a esquemas culturales fácilmente reconocibles y firmemente establecidos. Por ello, ¿de qué serviría a estas alturas explicar a cierta gente que su visión es reduccionista tomando como excusa una novelita graciosa? ¿No me quedaría sin argumentos al admitir que la novela cumple con la parte que le toca proporcionando la necesaria evasión y el reconfortante entretenimiento que buscamos en los libros? ¿No consiste el humor, precisamente, en no tomar ninguna cosa demasiado en serio? Sí diré, sin embargo, que el tópico facilita tanto como condena y que conviene tener cierta habilidad para aprovecharse de él sin hacer del desenlace algo accesorio, casi inevitable por su previsibilidad.