jueves, 26 de mayo de 2011

Feria del Libro 2011

Escribo esta tarde con el único motivo de celebrar el regreso de la Feria del Libro de Huelva a la Plaza de las Monjas, centro estratégico de la vida comercial de la ciudad y su lugar natural, a pesar de que las malas decisiones de los últimos años la hayan arrastrado a un exilio que iba relegándola a un papel cada vez más secundario. Se puede decir que hay que pensar en los ciudadanos que no viven en el centro, se puede alegar que aquellos que tengan un verdadero interés en la lectura acabarán por acudir independientemente de su emplazamiento, se pueden dar razones hasta el aburrimiento para defender (casi) cualquier cosa. Pero está bastante claro que, en este caso concreto, defender una Feria del Libro en cualquier otro lugar que no sea la Plaza de las Monjas es autoengañarse o pretender engañar. Cualquier iniciativa que vaya destinada a la promoción y el aumento del consumo de un producto tiene que estar ubicada en un lugar con un gran tránsito de ciudadanos y, especialmente, de ciudadanos que se pasean con la predisposición de consumir, en este caso, comprar. Porque no debemos perder de vista que la lectura es un hábito que es necesario promocionar, que los protagonistas de la feria deben ser los libreros y que los libreros viven, comen, de la venta de libros. Si esta circunstancia es tan importante en la celebración de una feria del libro en cualquier ciudad de mayor tamaño, en una ciudad como Huelva se hace decisiva. Como todos sabemos, en las ciudades pequeñas, todo suele estar centralizado en torno a una determinada zona en la que conviven el ayuntamiento junto a la mayoría de instituciones públicas, algunos de los edificios más antiguos y emblemáticos y, por supuesto, una red de calles peatonales donde abundan los locales comerciales (al recordar este tipo de cosas uno no sabe si sentirse tonto o si corre el riesgo de que se sientan tontos los demás). Cualquiera que conozca Huelva, tendrá claro que el lugar natural del evento debe ser, por tanto, el que se ha elegido este año. Los años en los que la Feria del Libro ha sido llevada hasta el mismo límite en que se acaba la ciudad no solo han sido un fracaso económico para los libreros, además, han demostrado que el Ayuntamiento no tiene ningún interés en ofrecer una feria de calidad. Lo siento mucho si suena duro, pero es así. Evidentemente, la recuperación de su hábitat, no es la única tarea pendiente y esta celebración anual corre el riesgo de acabar desapareciendo si no conseguimos que vuelvan a ella algunas de las librerías más importantes de la ciudad que, según parece, tienen un mayor beneficio económico ausentándose. Está claro que una programación de visitas de escritores con mayor gancho y capacidad de promoción tendría como efecto inmediato una mejora en la presencia de público y, como consecuencia, un aumento de las ventas. Hace un par de días escuché a mi amigo José Manuel Alfaro decir que el problema de la Feria del Libro en nuestra ciudad es, precisamente, que la organiza el Ayuntamiento y no el propio sector librero como colectivo o asociación. Después de la experiencia de los últimos años, sería muy positivo que esta situación se invirtiera y fueran los propios libreros quienes tomaran la rienda de esta parcela de la promoción de la cultura.

martes, 24 de mayo de 2011

Traicionándome

En estas calles,
se dignifica el tiempo
de las colmenas.

jueves, 19 de mayo de 2011

En estos días

En estos días, en que parecen renacer las llamas del incendio ideológico, recuerdo una secreta convicción que siempre he tenido: todo es política. No hay ningún ámbito de la vida humana que no esté mojado, impregnado de política. Tomar café, dejar de fumar, dormir plácidamente, pagar el impuesto de circulación, caminar hasta el trabajo, todo es política. Antes de ningunear mi opinión, pido a quien la lea o la escuche que piense en la etimología de la palabra, que olvide las connotaciones negativas que hemos ido añadiéndole a fuerza de desengaños, que consulte el diccionario de la RAE y compruebe que política es también:

  • la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

  • la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

  • la cortesía y buen modo de portarse.

Si todo es política, todos somos política. Y aquellos que se declaran apolíticos también están adoptando una postura política, de la misma manera que también comunican con su actitud aquellos que pretenden de forma consciente no comunicar nada. El apolítico será conservador si entiende que no hay nada que pueda o merezca ser cambiado, será antisistema (o anarquista) si entiende que los mecanismos que rigen la participación ciudadana en los Estados contemporáneos son más estéticos que funcionales, pero esa declaración voluntaria de situarse fuera del actual mundo de la política con todas sus connotaciones negativas no deja de ser una forma de posicionarse políticamente.


En estos días en los que parece que no queda ni un solo rastro de esperanza. En estos días en los que somos conscientes del largo tiempo de crisis económica que aún nos queda, en que no parece enmendarse el drama del desempleo, en que algunas de las generaciones mejor formadas están condenadas a fracaso profesional y algunas de las generaciones que más han trabajado ven peligrar el futuro de sus inminentes jubilaciones, entiendo que los movimientos 15M y Democracia Real Ya no son más que una consecuencia lógica del tiempo en que vivimos. ¿Qué hacer cuando no hay futuro inmediato? ¿Qué hacer ante el inmovilismo al que nos quiere someter la dictadura del mundo financiero? ¿Acaso creen que se puede desincentivar incluso el derecho a quejarse, a regar las calles de rabia?


En estos días en que se acaba la campaña electoral, algunos seguimos buscando entre los nombres de los candidatos aquellos que nos parecen menos malos y no podemos obtener ninguna conclusión definitiva. Después de eliminar a causantes de la crisis, imputados por corrupción, derrochadores, chaqueteros, marionetas, voces sin propuestas, intolerantes, desdeñosos, autoritarios y populistas, creo que no queda ningún candidato al que votar. Por eso, puedo comprender el impulso de aquellos que piden abiertamente el voto en blanco o la renuncia al voto como medio de protesta ante este sistema que se ha demostrado agotado, insuficiente, para responder a las aspiraciones y necesidades de los hombres y mujeres que lo mantienen. Yo, sin embargo, pienso que la participación en las elecciones debería ser un derecho irrenunciable. Nos piden la opinión cada cuatro años y yo no pienso desperdiciar la oportunidad de manifestarla. La mayoría estamos de acuerdo en que el problema es la dinámica de bipartidismo que se ha impuesto, empobreciendo la vida política del país. Pues votemos en consecuencia, no nos dejemos convencer por la falacia del voto útil y, por supuesto, emprendamos iniciativas destinadas a cambiar la ley electoral y la asignación de escaños siguiendo el sistema de D'Hondt, que desprecia el número de votos totales en favor de un criterio tan interesado y manipulador como la concentración. Lo siento, pero yo pienso votar.


En estos días en que las redes sociales son un hervidero de mensajes con referencias a las concentraciones y acampadas que se están llevando a cabo por todo el país y a su compatibilidad con la campaña electoral y la ya cercana jornada de reflexión, he leído un tweet muy certero que, en esencia, decía: no hay que preocuparse tanto por lo que se hacer o no estos días previos a las elecciones, lo importante será lo que suceda a partir del lunes y esto vale para políticos y para manifestantes.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Días laborables



Ida...





y vuelta

Sé que es díficil comprenderlo, pero los cotidianos 90 minutos de paseo que empleo en la caminata de ida y de vuelta al colegio son dos de los momentos más satisfactorios de cada día.

viernes, 13 de mayo de 2011

Amor y negacionismo

Al calor de la profunda crisis económica a la que asistimos impotentes, se vuelve a poner de actualidad el debate sobre la caída del sistema de valores éticos o, más radicalmente, el planteamiento de su existencia. Las posiciones intelectuales postmodernas nos situaron ante un universo donde no hay ninguna certidumbre, en el que la conciencia humana no tiene ningún asidero al que agarrarse para no despeñarse en el abismo de una existencia a la que no puede concederse un sentido claro y unívoco. Lo cierto es que estos modelos de pensamiento acabaron teniendo cierto éxito y calaron de tal forma, que no hace falta haber estudiado filosofía o estar interesado en la evolución histórica de la mentalidad humana para mantener posturas de un escepticismo extremo ante la vida. Por otro lado, hay que tener en cuenta que tanto las sociedades, como las personas que las conforman, funcionan como sistemas dinámicos y cuyos elementos tienen capacidad de influencia entre sí. Sobra decir que la mayoría de las reacciones y comportamientos se producen de forma global. Es decir, reaccionamos como un todo ante las condiciones de cada situación y elaboramos nuestras respuestas también como un todo. No es raro, entonces, que este modelo de pensamiento negacionista se haya extendido tanto que acabe por abarcar incluso a los modos de vida y, sobre todo, a las percepciones y valoraciones que de ellos se tienen. El impulso revisionista y, casi, destructivo es tan grande que lleva a algunos a plantearse la existencia de ciertos pilares básicos de las relaciones humanas. Hablando claro: hay que se atreve a dudar de la existencia del amor. Para ello, se le disfraza de la necesidad meramente biológica de la sexualidad o se alude a la rentabilidad material del concepto como factor de estabilización que permite la creación de familias y, así, la perpetuación del sistema social y económico en el que vivimos. Se simplifica la realidad argumentando que el sistema más extendido de relaciones afectivas, es decir, la pareja más o menos estable, sigue siendo posible por los condicionamientos sociales o porque actuamos movidos por la comodidad de no separarnos de la norma, por la angustia a la que nos suele enfrentar un largo tiempo de soledad. Sin embargo, cualquier análisis que sepa tomar cierta distancia con respecto a posiciones radicales de partida no puede negar la existencia del amor, un sentimiento de filiación básico en el ser humano. Evidentemente, somos animales (mamíferos concretamente) y lo que llamamos emociones y sentimientos tienen una clara base fisiológica y están sometidos a los moldes y modelos a los que nos enfrentamos en nuestro medio. Pero reducir el mundo afectivo humano a un esquema de impulsos biológicos convenientemente amasados por las prácticas socioculturales dominantes me parece muy exagerado. Esto implicaría reducir la sexualidad humana a la mera reproducción. Y es aquí, precisamente, donde se derrumba el argumento. El hecho de que la sexualidad humana haya trascendido su primigenia función reproductiva para convertirse en un modo de comunicación, en un componente tan importante para alcanzar una salud plena y una identidad personal satisfactoria, es una clara muestra de la realidad de los sentimientos relacionados con el afecto y la filiación hacia la pareja. Otra cosa es valorar la cuestión de la mayor o menor perdurabilidad de las parejas. En mi opinión, cuando un modelo de comportamiento está tan extendido y sobrevive a todo tipo de crisis sociales y económicas, no se puede cuestionar su funcionamiento ni su realidad. Podrá decirse que es solo una consecuencia de la bioquímica de nuestro cerebro y que, fuera de ese contexto, no parece tener mucho sentido. Es posible, pero yo matizaría: si se trata de una realidad derivada del alto grado de organización de nuestro cerebro (al igual que muchas otras realidades de las que a nadie le da por dudar) y, en consecuencia, si no tiene sentido fuera del contexto del cerebro humano, será porque se trata de una realidad específicamente humana (extremo que no me atrevo a afirmar). Hace un mes, aproximadamente, planteaba en este mismo lugar la necesidad de revisar ese extraño sistema de certidumbres que hemos creado de forma artificial en torno a la incontestable realidad de la muerte. Es curioso como se puede tener un funcionamiento psicológico tan selectivo que permite confiar ciegamente en determinados artificios en unos casos y, sin embargo, mostrar una actitud de negación permanente en otros. Podría parecer que estamos ante una contradicción pero no es así. La conclusión sigue siendo la misma: vivimos de espaldas al sufrimiento. Lo que realmente decimos cuando decimos que no existe el amor es que tenemos un miedo desbocado a que nos hagan daño.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Viaje a Extremadura. Segunda etapa: Jerez de los Caballeros - Cáceres, sábado 30 de abril.

Abro los ojos, 10:47. Como intuía, resaca. Mañana de ajetreo. En principio, pensé en acompañar a Manolo a Olivenza para sacar a “Cuqui” (sí, a mí tampoco me gusta el nombre) de la perrera. Pero, al final, insistió en ir solo y me pidió que ayudara a Susana a preparar todo lo necesario para salir hacia Cáceres. El rito del café y del pan tostado. Tareas domésticas en casa ajena: hacer la cama, sacar a pasear a Luna, cambiar el agua de las tortugas, meter el coche de Susana en el garaje, hacer paquetitos con los bizcochos de Alconchel para repartirlos entre Ramiro y Julia, comprar un arnés y una correa para la nueva dueña de Cuqui. Lo admito, soy muy torpe. De hecho, el coche lo tuvo que meter al final mi prima en el garaje porque yo no era capaz de aclararme con la marcha atrás. Me sacan del Meriva y no soy nadie. La incursión por Jerez para comprar el arnés y la correa no tuvo ninguna dificultad. Pensaba que iba a perderme y a dar muchísimas vueltas, pero no. Llegué directamente a la tienda y compré lo que se me había encargado después de saludar a Alías que, casualmente, estaba allí. Vuelvo a la casa, llega Manolo con el perro, lo metemos todo en el coche y salimos por fin a la carretera.

Patio en Brovales
Primer punto de destino: Brovales, una aldea muy cercana a Jerez donde vive Encarna, la tía de Manolo que ha adoptado al perro. En cuanto me bajo del coche, comprendo que el perro va a vivir en un paraíso. Me habían hablado de los patios de las casas antiguas en Brovales, pero cuando los veo con mis propios ojos, me entran ganas de quedarme a mí. A eso hay que sumarle el encantador carácter de Encarna y su manera de hablarle al perro como si fuera uno de sus nietos. Sí, indudablemente Cuqui “ha triunfado”. No podemos pararnos mucho porque el plan es almorzar en Cáceres.

Nos hace falta esto en Huelva
Así que salimos sin más demora y, después de atravesar varias trombas de agua en la autopista, llegamos a nuestro segundo punto de destino sobre las 15:23. Allí está esperándonos Dani (hermano de Manolo y nuestro anfitrión en Cáceres). Poco después, llega Quique. Una pena que Guada se encuentre mal, precisamente, este fin de semana. Comemos en el Mesón La Tarama. La primera impresión que me llevo del sitio es que, a partir de ese momento, sería uno de esos lugares de peregrinaje recurrente. El atractivo del lugar lo había visto en su oferta: un litro de cerveza y una ración (abundante) a elegir por 6 euros. Después, me di cuenta de que esta genial iniciativa está muy extendida por Cáceres y que, en la mayoría de bares de barrio y media tarde, donde la gente se reúne alrededor de amigos o de pantallas que destilan fútbol, tiene este tipo de ofertas e, incluso, a un precio menor. Nos decidimos por patatas bravas, rejos, alitas de pollo y solomillo de cerdo (una pena que no pudiéramos acompañarlo con salsa de Torta del Casar porque se había agotado). Después del preceptivo licor de hierbas, pasamos por la casa, saludamos a Guada, tomamos un café y asaltamos, una vez más, la caja de bizcochos de Alconchel.

Litro y ración de alitas de pollo
Después del breve descanso, nos montamos en el destartalado coche de Quique y, mientras suenan Soulfly y Dumb Incorporation, pasamos a recoger a Zorita y nos dirigimos a la Cervecería Cali para ver el fútbol. Guada y Susana han preferido quedarse en casa. En materia de fútbol, la tarde es completamente descartable. Al menos, pierden los dos y eso hace más llevadero el golpe. Por lo demás, tarde perfecta. Dejo pronto el gin tonic (después del primero) y me cambio a la cerveza porque, de otra manera, no aguanto. Buena música y un camarero cordial con el que hablo de discos, estilos y canciones. Tiene el detalle de apuntarme los grupos que van sonando. Conversaciones inacabables con unos y con otros. Breve visita al estudio de El Malo del Cuento. Por lo que parece, aunque Quique y Dani, ya no formen parte del grupo, la relación sigue siendo buena. El estudio me gusta. Siento un impulso irreprimible de hacer fotos, pero se me agota con rapidez. Nos ponen una canción sobre el Barrio del Cabañal que acaban de grabar. Definitivamente, el rock nacional reivindicativo ya no me llega como hace unos años.
Pasan las 22:30 cuando conseguimos convencer a Zorita y a Manolo de que algo habrá que cenar. Entonces, Dani nos lleva a La Cacharrería, un templo del paladar y la cocina creativa. Su ubicación, ya de por sí, es magnífica. Está en el casco histórico de la ciudad y su decoración refleja un estilo incuestionable. Nos decidimos por los nachos con guacamole, la ensalada templada de pollo y rúcula y un praliné de turrón con surtido de patés. El vino lo tengo clarísimo desde que lo he visto: Habla del silencio. La comida está exquisita y los camareros (él y ella) son amables hasta el extremo. Dani se empeña en invitarnos y, claro, eso obligaba a tomar unas copas para invitarlo a él.
Cena en la Cacharrería
Nos ponemos rumbo hacia el María Mandiles, bar de copas al que le pondría un 10 solo por la música y, sobre todo, por la facilidad con que atienden las peticiones musicales que les hacemos. La segunda parada es el Cambalache. Episodio número 1 con la camarera. Cuando llegamos me doy cuenta de que la chavala miraba con cierta desesperación a unos cuantos borrachos. Mientras nos sirve las copas, empieza a sonar los Burning con su “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”. Y, claro, la asociación era tan fácil que se lo tuve que decir: “Esta canción parece que te la han hecho a ti”. Ella me mira, me responde con un breve “Pues sí” y sigue trabajando. Episodio número 2 con la camarera. En medio de una de mis oleadas de furia por hacer fotografías, la camarera piensa que estoy tratando de robarle una foto clandestinamente y se queja a mi amigo Manolo. Vergüenza. Hablo con ella y le ofrezco la cámara para que compruebe que no está en ninguna foto. Indignación. Punto uno: me jode que piense así de mí. Yo no soy así. Todos los que me conocéis lo sabéis. Punto dos: a ver, la chavala no era fea, pero tampoco es que estuviera tan buena como para creérselo de esa manera.
Salimos del bar. Breve discusión en la puerta sobre la bandera de España con una pija de Mérida, un auténtico saco de prejuicios. Paseo hasta la Plaza Mayor y Parada en La Luna de Chomin. Según me cuentan al día siguiente, tomamos algún chupito de tequila o vodka. El bar me deja pocos recuerdos, aunque tengo la certeza de haber estado allí antes. Se trata de una mera estación de tránsito. El alcohol ya se ha instalado en nuestras cabezas y, poco después, decidimos andar hasta Cánovas para buscar un taxi que nos devolviera a casa. Por el camino, encontramos a un grupo de gente con guitarra y caja. Como si nos conociéramos de toda la vida, Manolo se sienta en la caja y yo me arranco con mi habitual “No sé que tiene San Roque”. Nuestra melopea casi asusta al grupo de chavales. Tan pronto como nos paramos, seguimos andando. Encontramos un taxi con facilidad y la noche acaba con unos montaditos de jamón en casa.
Nocturno en Cáceres
Síntesis y valoración global del día: Cáceres es una de esas ciudades con un ambiente mágico. Su casco histórico tiene tal capacidad de transportar en la historia que la experiencia no puedo describirla satisfactoriamente con palabras. Siempre acabo recurriendo a lo que mi padre me dijo cuando yo aún no lo conocía: “Si no fuera por algún coche que ves, parecería que vas a encontrarte con el Guerrero del Antifaz”. Además, y ésta es una visión muy personal y condicionada por mi experiencia, las gentes que habitan las calles de Cáceres derrochan amabilidad, son de fácil conversación y tienen una especie de bondad natural que hace aflorar ese sentimiento de “estar como en casa”. En realidad, estas sensaciones podría hacerlas extensibles a mis experiencias en cualquier lugar de Extremadura. De hecho, en más de una ocasión, ya he dicho que, teniendo muy clara mi identidad como andaluz, me siento una suerte de “extremeño de adopción en el exilio”. Y, en cualquier caso, tengo clarísimo que podría vivir muy feliz aquí.

jueves, 5 de mayo de 2011

El tema de la semana

Supongo que es difícil sustraerse del tema más comentado de la semana, sobre todo, una vez se ha terminado la saga de enfrentamientos entre el Madrid y el Barcelona. Es el recurso perfecto para empezar a hablar con alguien, un remedio eficaz contra los silencios incómodos frente a gente que no se conoce lo suficiente o la baza perfecta para cambiar de tema porque se sabe que a nadie puede dejar indiferente la noticia que anuncia la muerte de quien había sido declarado enemigo público número uno por el imperio dominante. Por desgracia, creo que fui una de las pocas personas que escuché la noticia en la radio justo en el momento en que empezó a difundirse. Sí, por desgracia, ya que a esas horas de la madrugada, sin estar trabajando o de fiesta, con todo un día libre por delante, estar peleándose con la cama y el insomnio resulta particularmente fastidioso. Pero así fue. Al principio (no sé por qué), el anuncio del fallecimiento de Osama Bin Laden me causó cierta indiferencia. Supongo que, tras los atentados de las Torres Gemelas, yo era una de esas personas que pensaban que, tratándose de un trabajo en el que se emplearía a fondo la CIA con la desinteresada colaboración del Mossad y la conveniente actitud complaciente de la Unión Europea y el resto de la comunidad internacional, era cuestión de días que se capturara al cerebro de la matanza. Sin embargo, como ya es sabido, los días se fueron haciendo semanas, las semanas meses, los meses años y, así, llegamos a la madrugada del lunes 2 de mayo. Después de años, en los que el paradero del líder de Al Qaeda era un misterio indescifrable, se había confirmado al fin su emplazamiento y se había organizado una misión con tropas especiales para ir a por él. Con el paso de los días, la avalancha de noticias y la vocación ambigua y de medias tintas que muestran las declaraciones de los portavoces estadounidenses, se dibujan en el horizonte muchísimas dudas irresolubles y parece que estamos ante otra de esas muertes de una gran estrella del rock que siempre quedan envueltas en un halo de leyenda y misterio. La primera duda podría que plantearse es su veracidad. Aunque, después de todo, si como dicen algunos, todo es una gran falacia propagandística orquestada desde Washington, por qué no ha hecho ya Bin Laden uno de esos vídeos en los que se dedicaba a desmentir las afirmaciones de sus enemigos. Una cosa está clara: de haberse producido la muerte, estaríamos ante un asesinato. Podemos entrar a discutir si la pena de muerte o el acto de guerra se incluyen también dentro de la categoría asesinato (en mi opinión se incluyen). Pero, esto no ha sido un acto de guerra ni una ejecución amparada por una ley que apruebe la pena de muerte. Para que esto fuese un acto de guerra, se tiene que producir tras una declaración de la misma, en un campo de batalla, con los contendientes de ambos bandos armados y uniformados para tal fin. Es evidente que el asalto a una casa por parte de profesionales del mejor ejército del mundo no es, precisamente, un escenario bélico. Por otro lado, para condenar a alguien a pena de muerte hace falta su detención, su traslado a un país donde se garantice un juicio justo y esté vigente la pena de muerte y una sentencia judicial que avale la ejecución. Además, pensándolo bien, ¿no era Obama el candidato que repudiaba Guantánamo y los métodos de tortura? ¿Cómo se puede presentar un éxito de política antiterrorista reconociendo que el trato cruel e inhumano a los prisioneros de un conflicto armado ha dado por fin los frutos esperados? Más curioso resulta, si cabe, querer mostrar después del asesinato un lado humano y declarar que no se mostrarán imágenes del cadáver para evitar el enardecimiento de los seguidores del saudí, asegurar que se organizó un breve funeral musulmán para honrar el cuerpo y que fue arrojado al mar para evitar una sepultura que pudiera convertirse en lugar de peregrinaje para el fundamentalismo islámico, amén de que no se habría encontrado un país dispuesto a admitir que el cuerpo reposara en su territorio. Ante este nuevo panorama de interrogantes que nunca obtendrán repuesta, es tan legítimo creer la versión íntegra ofrecida por el gobierno de Estados Unidos como pensar que todo esto es un nuevo montaje de la inmensa cultura del espectáculo en la que vivimos inmersos. Algunos, incluso, se atreven a aventurar que todo este suceso no es más que un enjuague, entre ambas partes mediante el que los Estados Unidos podrían reafirmar su poder ante el mundo y, mientras tanto, Bin Laden podría seguir viviendo en el anonimato, con la tranquilidad de estar oficialmente muerto. Y es que después del escándalo de WikiLeaks, el terreno para las teorías de la conspiración está más abonado que nunca. Que nadie se sorprenda cuando empiecen a correr los rumores de personas que aseguran haber visto a Bin Laden vivo en algún destino exótico.

martes, 3 de mayo de 2011

Viaje a Extremadura. Primera etapa: Huelva - Jerez de los Caballeros, viernes 29 de abril.

Se me ha ocurrido hacer un breve diario del viaje a Extremadura en el puente del 1 de mayo para seguir dándole cierto dinamismo al blog y, de paso, obligarme a escribir un poco más. Intentaré quedarme a medio camino entre el minuciosidad y la enumeración y trataré de primar la mera secuencia narrativa antes que la disgresión. En cualquier caso, no pretendo hacer un relato esmerado de estos días y ahorro todo tipo de esfuerzo mental en favor del mero placer de dejarse llevar recordando y deslizando el bolígrafo por el cuaderno alegremente.

Esta primera etapa del viaje, desde luego, no ha salido como la había imaginado. Mi idea era dejar el equipaje preparado y llevarme el coche al colegio para no tener que volver a Huelva a las 14:00, una vez que hubiera sonado el liberador timbre que anuncia el final de la jornada laboral de los viernes. Y así lo hice. Lo que no supe fue planificar el tiempo que iba a necesitar para sacar dinero antes de arrancar camino al trabajo. Las habituales prisas de las mañanas laborables me hicieron consciente de que tendría que volver a Huelva, pues ya sabéis: Poderoso caballero... Afortunadamente, la mañana quiso pasar sin detenerse demasiado en cada detalle y salí con toda la prisa que pude hacia mi coche para intentar no retrasar demasiado la partida.

Cuando me monté en el coche tuve doble ración de acontecimientos inesperados. Primero me di cuenta de que había olvidado en casa una carpetita en la que tenía gran parte de la documentación del coche. Esto me obligaba a subir al piso además de tener que pasar por el banco. A continuación, en uno de mis sensacionales despistes, le hice un nuevo roce a la chapa al salir del aparcamiento. Me queda al menos el consuelo de que, al vivir en Huelva y ser el coche azul, los arañazos blancos parecen un guiño a nuestro amado Recreativo (modo irónico on).

Paso por mi casa, recojo los papeles, camino hasta la sucursal de mi banco más cercana y me encuentro con que el cajero automático no está operativo. ¡Qué bien! Me fijo en la lista de cajeros alternativos que amablemente se me ofrecen y me llama la atención uno en el Barrio de La Orden. Me decidí por éste ateniéndome a dos razones. La primera (práctica) es lo cerca que está La Orden de la salida hacia Sevilla. La segunda es sentimental: yo viví en ese barrio hasta los 14 años. Pues bien, según parece, no se pueden tomar las decisiones con un criterio práctico ni con uno sentimental. El hecho es que estuve en la calle, en el número indicado y no vi ninguna sucursal de mi banco a mi alrededor. Otra vuelta de tuerca. Otra vez al coche, dirección calle Ángel Serradilla y, una vez allí, por fin, consigo sacar dinero y dar por comenzado el viaje.

Sobre las 15:35, llego a Beas y, como tenía previsto, paro a comer en el Mesón del Olivo mientras me empapo de la que parece ser la única noticia del día, el celebérrimo bodorrio inglés. No os aburro con el menú porque, en el fondo, aunque satisfactorio, no es que fuera una experiencia gastronómica inolvidable. Retomo camino a las 16:10. La banda sonora Tabletom. Mientras dura el disco y puedo cantar las canciones, aguanto el cansancio postalmuerzo sin dificultades. Pero el disco se acaba, comienzan a sonar los Tango Crash y un peligroso sueño empieza a adueñarse de mi conciencia. Honestamente, he pasado un mal rato y he tenido mucha suerte. Sabía que tenía que parar, que no tenía el control total del coche, pero estaba tan lento de reflejos que reaccionaba demasiado tarde. La primera venta se me ha pasado, la segunda por suerte no. Así que detengo el coche junto a la Venta Domínguez debajo de unas encinas e improviso una siesta de 25 minutos que me ha venido muy bien.

A las 17:25 salgo del coche, entro en la venta, me tomo el tercer café del día y me lavo la cara. Estos antídotos contra el sueño explican la energía con que conduzco hasta el primer punto de destino del viaje: Jerez de los Caballeros. Siempre que voy acercándome a este pueblo al que no me canso de venir, me acuerdo de la gente con la que me apetece estar. Y me dejo llevar por la vaga ensoñación de parar el coche en el mirador que hay antes de la tercera entrada al pueblo (la que tengo que tomar para entrar directamente a la zona donde viven mis familiares) para mostrar a alguien que, hipotéticamente, me acompañase y no conociera el pueblo la magnífica panorámica de las cuatro torres.

Luna, ya sin euforia

Al llegar, al siempre magnífico recibimiento que me dan Manolo y Susana, y a la euforia sincera de Luna, se han unido esta vez los bizcochos de chocolate de la Panadería Tahona de Alconchel. Sé que esto suena mal. Pero el mejor bizcocho que yo he probado no me lo ha hecho mi madre, mi tía o mi abuela. Ni siquiera es casero. Para mí, los mejores bizcochos son los de esta panadería y prefiero tenerlos lo más lejos posible para no sucumbir en la tentación de acabar con una caja entera.

Los bizcochos de Alconchel

Cuando parecía que el resto del plan estaba totalmente confirmado, se produce otro cambio repentino. Un perro callejero que cuidaban entre varios vecinos de la calle San Antón “bajo el liderazgo” de mi prima mientras se le encontraba un adoptante, se lo había llevado la perrera porque algún infeliz aburrido había avisado a la Policía Local. Ya es casualidad. Precisamente, al día siguiente, íbamos a llevar al perro a su nuevo hogar en Brovales antes de tomar rumbo hacia Cáceres. Aunque el plan inicial era levantarse temprano para aprovechar la mañana, la nueva situación obligaba moralmente a recoger al perro en la perrera de Olivenza al día siguiente y, teniendo en cuenta que Olivenza está a 40 minutos y que no dejaría salir al perro de la cárcel hasta las 11:30 (hora en que pasaba la veterinaria), había que adaptarse a las nuevas circunstancias y, ya que estamos, salir.



Lugar de interés turístico nacional

Así que fui con Manolo a un lugar que me encanta: Tasca El Manco El Currilitro. De dónde viene la mención al manco, es algo que no puedo contar porque lo desconozco. En cuanto a lo de Currilitro, el tabernero se llama Curro y, en el bar, lo que se sirven básicamente son litronas. No hay tirador de cerveza. Solo botellines y botellas de litro. El precio del litro puede parecer, en principio, excesivo: 2,50 €. Pero hay que pensar en tercios y, haciendo la cuenta, el tercio sale a 83,33 céntimos. Barato ¿no? Además, Curro tiene la cortesía de invitar a un par de tapas pequeñitas a sus clientes para acompañar la cerveza (que, por cierto, está a una temperatura excelente, unos grados por encima de la congelación). Las tapas varían en función de la hora, el día y la suerte que tengas: queso portugués, patatas con salsa de ajo, riñones al jerez o unas aceitunas machacadas (que no son precisamente de las rellenas de anchoa del súper). Si uno tiene hambre y no se conforma con estos pequeños aperitivos, siempre puede pedir chacina al plato: una ración de chorizo o salchichón ibéricos tan abundante que es difícil de terminar y que cuesta 2,75 €. Supongo que ahora se entiende por qué adoro este sitio.

Litrona en el Currilitro con su correspondiente tapa de queso

Después, cena en Heri (en la actualidad Bar La Callejita) previo paso por la casa para recoger a Susana. En Jerez, hay varios locales de hostelería con un encanto y una belleza que justifican por sí solos su elección para comer. Desgraciadamente, cerró La Ermita que, como su nombre indica, estaba situado en el edificio de una antigua ermita. Heri (nombre que se da al local en todo el pueblo por su dueño) está situado también en un edificio muy antiguo que, probablemente, hizo función de bodega pues, de hecho, se conservan unos toneles de entonces que son lo más interesante del lugar. La comida es buena y el servicio rápido. Secreto ibérico, queso de oveja y un par de botellas de Monasterio de Tentudía fue nuestra elección. Lo único que eché de menos fue una visita a Los Comunistas (otra tasca).

Secreto ibérico en Heri

A partir de este punto, un par de copas en La Fama y en La Taberna y la fundada sospecha de resaca al día siguiente. Varias horas nadando entre conversaciones con gente a la que no sé si conozco demasiado a pesar de verla tan poco o es casi desconocida a pesar de la regularidad con la que suelo venir. Llegamos a la casa tarde y con hambre. Me quedo dormido en el sofá mientras Manolo prepara en el microondas unas salchichas que no llegué a probar.