jueves, 19 de junio de 2008

Últimamente, cada vez que me siento delante del ordenador para escribir esta columna, me agobia una idea. Divulgalia es un programa cultural. Cuando hablé con Manuel de la posibilidad de escribir una pequeña reflexión todas las semanas para leerla en directo la tarde de los jueves, acepté tomando en consideración la idiosincrasia del programa, dispuesto a ofrecer mis puntos de vista sobre la literatura y, en general, sobre cualquier otra disciplina artística en la que mi conocimiento y experiencia me permitieran opinar. Pero yo sé mejor que nadie que la realidad es muy distinta y los temas sociales y políticos, la fresca actualidad, lo han impregnado todo en la mayoría de las columnas que he escrito. Y, consecuentemente, los temas culturales, artísticos y literarios se han visto relegados a un segundo (por no decir vigésimo) plano, sirviendo en ocasiones como un pretexto, como punto de partida para volver a la actualidad sociopolítica. Con frecuencia, he pensado que esta manera de hacer las cosas se justificaba en la mayor facilidad que me ofrecía escribir sobre estos temas. Ahora me doy cuenta de que hay sucesos que, sólo con dificultad, pueden evitarse al escribir una columna que acaba por reflejar las preocupaciones y pensamientos de aquel que la suscribe. La primavera de este año 2008 nos ha regalado uno de esos temas ineludibles: el caso de corrupción policial en Coslada. Se han hecho públicas muchas y gravísimas violaciones de las leyes estatales e internacionales por parte de estos profesionales, que se les presupone un trabajo por la protección del ciudadano. Me quedo con una: robar y agredir a las víctimas de un accidente de tráfico en lugar de socorrerlas. Desde que tengo uso de razón, estos sucesos son los más graves ocurridos en un país que, como España, quiere presumir de democracia. Sin embargo, sigo buscando el camino para volver a lo cultural o, al menos, una referencia artística que salve este artículo. Sigo buscando pero no la encuentro. O quizás sí, Jaime Gil de Biedma, Apología y petición: este país de todos los demonios…