jueves, 25 de octubre de 2007

El Premio Nóbel de Literatura

La novelista británica Doris Lessing ha sido declarada ganadora del Premio Nóbel de la Literatura en el presente año. Para muchos, se trata de una decisión inesperada. Algunos de los más prestigiosos personajes de la crítica literaria han mostrado su unánime rechazo. Harold Bloom, por ejemplo, afirma que: "Aunque la señora Lessing al comienzo de su carrera tuvo algunas cualidades admirables, encuentro que su trabajo en los últimos 15 años es un ladrillo... ciencia ficción de cuarta categoría." Desde mi escasísimo conocimiento de la autora (poco más que su flamante galardón y sin ninguno de sus libros entre mis lecturas), nada puedo añadir al respecto. Pero sí me gustaría plantear una breve reflexión respecto al Premio Nóbel de Literatura, un premio que me merece un gran respeto y al que, un aficionado a las letras como yo, le debe el descubrimiento de alguno de sus novelistas de cabecera. Tras un rápido repaso a los 100 galardonados con el premio desde su primera edición en 1901, nos encontramos con una curiosa tendencia: la gran mayoría de los galardonados son novelistas. Mi recuento personal y, probablemente, inexacto me ha puesto frente a una realidad que no me ha gustado, a saber, que el número de poetas premiados no alcanza al 20%. Esta tendencia histórica del premio se ha convertido en peligrosa por su coincidencia con la evolución de los mercados editoriales. En el mundo de la edición, y dejando a un lado los libros de texto, el verdadero negocio está en la novela. Y la poesía, con demasiada frecuencia, queda situada en posiciones periféricas y marginales desde el punto de vista de lo rentable. Esto hace que algunos de los más destacados premios de poesía, como el Premio Adonais, no supongan una gratificación económica para el autor. Mientras tanto, en el mundo de la novela, los premios más destacados pueden solucionar unos cuantos años de vida de sus agraciados. El dinero, como todos sabemos, es un corruptor poderoso y tiene una gran habilidad para desvirtuar. Recientemente, el premio más famoso de novela en España lo ha ganado un reputado columnista del periódico con mayor tirada nacional y se ha declarado finalista a un artífice de la telebasura y exguionista de culebrones. ¿Cuáles habrán sido los criterios literarios para elegir al finalista? Espero que el Premio Nóbel de Literatura no acabe así.

jueves, 11 de octubre de 2007

El tiempo, ese blanco desierto ilimitado. Aunque sé que Cernuda no se refería al tiempo atmosférico con este verso de su gran poema La visita de Dios, me gusta recordarlo como una especie de estribillo cada vez que se acerca sigiloso un cambio en el tiempo, cada vez que las temperaturas bailan, que el calor se resiste a aceptar su cese y que el sol se declara indeciso en el derroche de su fuerza. Cuando llega la lluvia, se oyen voces que anuncian el invierno, un invierno tan falso como prematuro. Llueve. Y no es solo agua lo que empapa la ropa, los parques, las paredes. También se precipitan las preguntas, quizá por la excesiva e inmensa luz que puede intuirse detrás de las nubes en los días de lluvia. Esa luz de blancura infinita, ilimitada (por volver al verso de Cernuda), plantea interrogantes que escapan a las palabras, dibuja imágenes que se traducen en dudas, rescata los temores infantiles. Pero es tan solo luz, tan solo luz blanquísima, un desierto de luz que no termina.