Se acaba la temporada en
Uniradio y se termina también, por tanto, la temporada para este
espacio. Si ya es normal en estos tiempos que corren la tendencia
hacia el análisis, la reflexión y la extracción de conclusiones,
la conciencia de fin de ciclo con la que se acerca julio contribuye a
acentuarla. Además, estamos inmersos en la Eurocopa y el sentimiento
de unión nacional florece en cierto sentido, así que supongo que es
un buen momento para reflexionar sobre un modelo de país, sobre un
modelo de España muy personal sin pretensiones retóricas o
propagandísticas. Somos muchos los que hemos sido acusados con
frecuencia de una falta de sentimiento de nación, precisamente,
porque nos sentíamos incómodos con la palabra patriotismo, una
incomodidad derivada de las muchas barbaridades cometidas tomando
como excusa el concepto patria. Es fácil jugar a la exclusión desde
las posiciones dominantes. Algunos no podemos olvidar que los
símbolos con los que suele identificarse España están todavía
demasiado impregnados de la negra historia del siglo XX en este país.
Tampoco contribuyen demasiado a la reconciliación los
acontecimientos producidos durante el fin de semana pasado, ni el
alegre tono bromista con el que nuestro gran dirigente defendía su
propia interpretación de la realidad. No es extraño, por ello, que
algunos hayamos construido nuestro concepto de España al amparo de
ideas como las que expresa Jaime Gil de Biedma en Apología y
petición. Comprobar que,
después de tanto tiempo, la esencia de España sigue casi inmutable
nos hace recordar aquel verso que es tanto una consigna como un
desahogo: este país de todos los demonios.
Ayer, durante la visita que hice con mi alumnado al instituto en el
que estudiarán a partir de septiembre, tuve la ocasión de comprobar
que no somos tan minoritarios los que pensamos de esta forma.
Curiosamente, el orientador del centro, después de explicar las
normas del centro, se puso a disertar ante cuarenta niños de doce
años que no se enteraban de nada sobre el estado actual del país,
calificándolo como país de segunda o de tercera, por mucho que
durante los primeros treinta narcóticos años de democracia hayamos
pensado que jugábamos en la primera división. Quizá, la primera
labor que tenemos por delante para construir un concepto de país que
nos parezca habitable sea dilucidar en qué punto estamos. Una cosa
es segura, nos hemos confiando durante mucho tiempo en inflar un
globo que ha acabado por estallarnos en la cara, pero ¿dónde
estamos realmente? Porque no es lo mismo estar en aquel pasado
inmóvil de mediados del siglo XX con la fina capa de maquillaje de
las elecciones y la libertad de expresión que tomar conciencia de
que aquel camino que creíamos estar andando desde la transición
tenía mucho de ficción. La primera opción nos lleva a actitudes
como las manifestadas por Cernuda en muchos de sus poemas pero,
especialmente, en Es lástima que sea mi tierra
cuando escribe:
Si yo soy español, lo
soy
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
Y varias
estrofas después:
Que vive como puede bien lejos de su tierra
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,
Yo,
en cambio, prefiero pensar que no todo está perdido, que construimos
un sueño vano que parece desvanecerse y que todo este dolor
pertenece al ámbito del escarmiento. Prefiero, a pesar de la
devoción casi mística que siento por don Luis, acercarme en estos
días al Gabriel Celaya de España en marcha y
dejar claro que:
Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.
Prefiero gritar que:
No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.