jueves, 6 de noviembre de 2008

Como todos los años, en esta edición del Premio Nobel hemos tenido sorpresa: el galardonado ha sido Jean-Marie Gustave Le Clézio y, por lo que parece, no se lo esperaba nadie. Como todos los años, la sorpresa tiene dos componentes: además del ganador, que el premio no se lo hayan otorgado a Mario Vargas Llosa. El escritor peruano es, desde hace varios años, un candidato a ganarlo o eso es lo que nos hacen creer los medios de comunicación, ya que el primer comentario cada año cuando anuncian el nuevo ganador es “Vargas Llosa tendrá que seguir esperando” y solo después de estas palabras se habla del nuevo ganador, su obra, su reacción ante el premio, su edad. Con los años el Premio Nobel de Literatura se viene especializando en el reconocimiento de escritores que, además de reunir la calidad de la obra y la entrega a la literatura, tienen un claro compromiso social con causas internacionales (este año se ha valorado especialmente el ecologismo de Le Clézio) o con la resistencia moral ante problemas propios de sus naciones o países (piénsese en Elfriede Jelinek). No podemos olvidar que estos galardones son producto de la última voluntad de Afred Nobel, inventor de la dinamita con un terrible remordimiento de conciencia por haberse enriquecido con un producto que se ha utilizado frecuentemente con fines violentos (o eso es lo que nos cuenta la leyenda). Si lo único que se premiara con el Nobel fuera la dedicación a la literatura y la calidad de la obra, ¿cómo se explica que el genio Jorge Luis Borges maestro en ensayo, poesía y narrativa no lo consiguiera nunca? Evidentemente, el compromiso social y político es un factor de peso en la concesión del premio y esto explica gran número de ausencias en el palmarés. Se me podría objetar que no lo han ganado otros grandes escritores que estaban fuertemente comprometidos social y políticamente. El ejemplo más claro en este caso es el de Julio Cortázar. Pero el gran maestro del cuento en la narrativa latinoamericana es un escritor que aún hoy no goza de un gran reconocimiento académico. Hasta tal punto es así que, en muchas facultades de filología, las asignaturas sobre narrativa o cuento latinoameriacano en el siglo XX suelen centrarse en tres o cuatro de sus personalidades, resultando Julio Cortázar el gran olvidado. Además, hemos de tener en consideración que la ideología de Julio Cortázar pudo resultar demasiado comprometida, o por decirlo de alguna manera, demasiado radical. Volviendo a Vargas Llosa, nadie se atreve a dudar del compromiso social del novelista. Pero sus amistades en la Fundación FAES y su aparente indefinición pública con respecto a la situación actual de los países latinoamericanos le pueden estar jugando una mala pasada. Resumiendo, el día en la Academia Sueca decida conceder el Premio Nóbel de Literatura a Vargas Llosa el sorprendido seré yo.

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