El pasado martes 3 de octubre se presentó en la Biblioteca de la Diputación Provincial de Huelva "Polifonía" de Ángel Poli (Editorial Onuba). El texto que sigue fue escrito para tal ocasión:
"Creo que es
mi obligación empezar dando las gracias a Ángel por pedirme que lo
acompañe esta tarde. No todos los días uno tiene la oportunidad de
poder decir unas palabras en la presentación del libro de un poeta
al que admira. Si a eso se le suma mi sincero aprecio por la persona,
se entenderá que me sienta como un privilegiado al leer estas
líneas. Pero centrémonos en lo importante: esta tarde venimos a
celebrar que hay editoriales que entienden la necesidad de reconocer
y poner en valor una obra que comenzó a gestarse hace más de
treinta años y que, por suerte, todavía no parece haber llegado a
su destino final. Mi intención es, simplemente, ofreceros unas
impresiones, un bosquejo que sirva, como mano tendida, para acceder
por cualquiera de sus puertas (por cualquiera de sus versos) al
edificio de esta “Polifonía”.
La poesía
de Ángel Poli es una reivindicación de la forma. Se destaca con
razón de algunos poetas su dominio de los aspectos formales. No me
malinterpreten, no estoy diciendo que no pueda defenderse el verso
libre, que no exista, por sí mismo, un lenguaje poético con el que
armar poemas libres del influjo de la rima o la métrica. No soy tan
radical, ni tan ingenuo. Sin embargo, a veces parece defenderse de
forma implícita que solamente pudiera escribirse una poesía acorde
a nuestros tiempos recurriendo a esta vía rupturista y no es así.
La poesía de Ángel Poli nos demuestra que no es así. Aunque
algunos no adquieran admitirlo, la métrica y la rima en la poesía,
bien usadas, tienen el mismo efecto que la sal en las comidas:
potencian el sabor y hacen subir la tensión. Con una ventaja
adicional: la tensión en un texto poético es garantía de
vivacidad. Son muchos los textos que dan cuenta de esta realidad,
pero quisiera citar el segundo cuarteto del soneto “Un ocaso”,
cuatro versos que evocan la seducción de un paisaje: “Cansado,
inerte el sol, sobre las flores / rendía con su sábana de estero /
-la luna se asomaba era un certero / vigía tras un ángel de
estertores-.”
Este rasgo
formal no debe inducirnos a creer que estamos ante una lectura
difícil. Es urgente desterrar esa idea enquistada. Evidentemente,
hay lecturas difíciles, pero esta dificultad se da en poesía, en
novela y en cualquier otro género en el que queramos pensar. Lo que
el lector medio llama dificultad en este caso es, en realidad, una
necesidad o condición. Me explico: no puede haber lectura de poesía
con un lector pasivo. El poema te obliga a intuir, a sentir, a
hacerte preguntas, a posicionarte. Y eso para el lector, más que un
problema, debería ser un halago. Además, en una muestra amplia,
como la que se presenta esta tarde, podemos asistir con asombro al
trajín intelectual del poeta, a sus iluminaciones, a sus hallazgos,
a sus bandazos, pero, sobre todo, a medida que avanzamos por sus
páginas, tenemos acceso a sus convicciones, a la constancia de sus
verdades y desvelos. Un buen ejemplo de esta constancia puede
identificarse en las dudas sobre la naturaleza de la belleza: ¿está
ligada al movimiento o a la quietud?. Ya en “El agua del estanque”
(publicado en el año 2000), Ángel Poli escribe: “Algo
entonces nos lleva a pararla / y contemplarla quieta. // Pero ya es
triste su belleza en el Estanque.”
Diecisiete años más tarde, se publica “La miel de las edades”
y, en el poema “Como una foto viva”, puede leerse: “Quieta.
/ Así. / No hagas, / no digas, / no estalles / la eternidad que
logras.”
No pretendo
desentrañaros todas líneas de reflexión que he hallado en los
poemas recogidos en esta antología. Pero sí me gustaría resaltar
algunas, como esa lucidez con la que nos sugiere que cada muerte
individual fecunda y multiplica la nada: “Y
seré con mi muerte / una ausencia, es decir, // vacío que insemine,
al fin, su nada.” Y, frente a certeza de la
muerte, tenemos la pulsión de la poesía, que el poeta define como
“el único Sinónimo del Tiempo”.
No conviene olvidar, por otro lado, que la vida es también una
celebración y que amor y erotismo son la música que anima la
fiesta. Así, en “Moldes que vas labrando”, se afirma que en el
espacio abarcado al andar por las caderas: “arde
un ámbito que encierra las arcadias.”
Incluso, en el poema “Amor”, se atreve a tutear al propio
Arquímedes ofreciéndole su ansiado punto de apoyo. Todo ello nace
de un papel inicialmente en blanco, un papel en el que ya está
latente la obra, la idea, el discurso. Basta con encontrar la puerta
camuflada que los libere: “Ese papel en
blanco es una puerta. / Del otro lado, / suenan los golpes con que
piden / llegar al mundo.”
No quisiera
despedirme sin ofreceros una última cosa. Cuando leí “Polifonía”,
eché de menos un poema. Por razones de afinidad, de puro puro gusto
personal, me sorprendió no encontrar el poema “Motor”,
perteneciente al libro “Humor prescribe sin hache”. Con el
permiso de Ángel, me tomo la licencia de leerlo:
Alzo mi
tedio y brindo
por todos
esos libros que aún quedan por leer;
la música
que aún
resta por oír;
salientes,
engranajes o peldaños
con los
que el mundo en contra legitima
(sujetarse,
acoplarse, trascenderse,
desglosar
el sabor del precipicio)
dar sin
freno otra vuelta a ver qué tal.
Espero que
sean muchas las vueltas contra el mundo y que todas nos deparen
nuevos libros de Ángel Poli."