jueves, 19 de diciembre de 2013

¿Un réquiem para Uniradio?

Si hoy fuera un jueves corriente, habría encendido el ordenador esta mañana pensando en qué voy a escribir este año para despedir el trimestre y felicitar la Navidad a los oyentes de Las Afueras tomando como pretexto algún punto de partida literario. Seguramente, ahí estaría la principal dificultad. Después de todo, la gente no se toma a mal que repitamos discurso llegados a estas alturas del año y, por otro lado, tampoco hay demasiadas opciones de maniobra. Como siempre, acabaría por admitir que entiendo perfectamente a los críticos y a aquellos acusadores del consumismo, pero también pediría un poco de distancia y recordaría que hay muchas formas de tomarse estas fiestas, que tampoco podemos hacer nada por eludirlas y que, al fin y al cabo, nos dan una excusa inmejorable para abusar de la compañía de la gente a la que apreciamos. Como todos los años, también, aconsejaría regalar cultura, especialmente, regalar libros y, en concreto, a los niños. Ya sabéis que, debido a mi oficio y a mis convicciones personales, sigo manteniendo la ingenuidad de creer firmemente en el poder de transformación y regeneración social de cualquier acto educativo. Teclearía con la prisa habitual de cada semana y pensaría que, afortunadamente, aún me queda en reserva un libro para reseñar, La invención de Morel, y entre este y las lecturas de Navidad (espero terminar Los heraldos negros, Trilce y algo de Natalia Ginzburg o Machado de Assís, ya veremos) tendría margen suficiente para seguir compaginando las lecturas con la gustosa y autoimpuesta obligación de la columna semanal para el programa. Sin embargo, poco sentido tiene ya todo esto cuando se cierne sobre Uniradio la más que probable certeza de un cierre injusto y vergonzoso. Uniradio es un proyecto cultural libre con una trayectoria susceptible de causar envidia en cualquiera de los rincones de este país. Se trata de una iniciativa que se dedica única y exclusivamente al enriquecimiento de la Universidad como institución y de la vida en la capital y la provincia. No es, simplemente, que cualquier proyecto de estas características salga barato, en sí mismo, atendiendo a los beneficios sociales que genera. Además, Uniradio es un proyecto económicamente barato que vuelve a demostrar, una vez más, que el problema de esta crisis no es que no haya dinero para nada, es que hemos decidido recortar en lo importante y priorizar lo innecesario, lo superfluo. El cierre de un medio de comunicación es siempre, invariablemente, un drama, pero las palabras se muestran, desde un punto de vista semántico, insuficientes cuando es una universidad pública la que no tiene reparos en dejar morir a la que, probablemente, es una de sus grandes virtudes y una de sus señas de identidad. No sé si el Rector lo sabe, pero gran parte del respeto que se ha ganado la Onubense en estos últimos años se debe al buen hacer de Uniradio. Se me dirá que no soy objetivo, que formo parte de su red de colaboradores, y yo diré orgullosamente que sí, que me niego a ser objetivo cuando he estado seis años, dos meses y ocho días tratando de aportar algo, por pequeño e insignificante, que fuera a la maquinaria de difusión cultural ha sido esta radio. Recuerdo con nitidez mi primera columna, un once de octubre de 2007, en la que, a partir de un verso de Cernuda, reflexionaba sobre la capacidad de desencadenar pensamientos que tienen los cambios en el tiempo atmosférico. Divulgalia fue el programa que me dio la libertad de un espacio semanal para, tomando como excusa la cultura, hablar sobre lo que quisiera. Después, como sabéis, acabé trasladándome a la periferia con Las Afueras y me centré en la Literatura. Y, en esto, se resumen unos años imborrables en los que hemos charlado hasta la saciedad sobre premios, autores, poéticas, editoriales y, sobre todo, libros. Así que no puedo hacer otra cosa más que, en conciencia, dar las gracias a Manuel González Mairena y Manuel Arana por todo este tiempo y admitir que también siento un dolor egoísta por el cierre de Uniradio, ya que este espacio semanal es la actividad cultural más importante que he venido desarrollando y ahora, desgraciadamente, parece que voy a verme privado de ella. Escucho mientras escribo estas líneas un álbum de The Brian Jonestown Massacre cuyo título plantea un interrogante absurdo y sin respuesta: Who Killed Sgt. Pepper? Espero que, dentro de algún tiempo, nadie tenga que preguntar quién cerró Uniradio porque se trate de una pregunta ridícula, sin sentido y, por supuesto, sin respuesta.

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