jueves, 3 de octubre de 2013

Las venas

Me da igual que fuera escrito en 1970, es decir, hace cuarenta y tres años. Me da igual que muchas de las cifras macroeconómicas y los patrones de tendencia geopolítica hayan cambiado, es decir, me da igual que Brasil sea una de las economías que más ha crecido en el mundo en los últimos años. Por encima de todo ello, está el libro y, por mucho que se me quisiera discutir, Las venas abiertas de América Latina es un ensayo magistral ejecutado por el sabio Eduardo Galeano y que, por desgracia, jamás dejará de tener actualidad en este bondadoso mundo en el que vivimos. Las venas son la demostración, en el contexto concreto de América del Sur, de que la riqueza de un territorio es directamente proporcional a la pobreza de sus habitantes, así como de que el desarrollo de algunos es la causa que provoca el subdesarrollo de otros. Por mucho que quiera maquillarse la historia, por mucho que se manipule, no cabe otra conclusión que admitir que tiene que haber muchos pobres para mantener los privilegios de unos cuantos ricos y que, por tanto, no hay riqueza en el mundo que no resulte, al menos, sospechosa. La historia de América Latina es una historia del despojo. Primero los conquistadores españoles y portugueses (quienes ya trabajaban casi sin saberlo para los intereses de la burguesía británica y holandesa), después la banca inglesa y, por último, las empresas multinacionales, aquellas que Cortázar bautizaba, con gran acierto, como vampiros multinacionales en las aventuras de Fantomas. Primero fue el oro, la plata y todo el mineral que tuviera un mínimo de valor. Después, fue el cáncer del monocultivo y la prohibición expresa de la industrialización (no hay mejor manera de asegurar las ventas al exterior que prohibiendo a tus compradores que ellos mismos fabriquen). Por último, la usurpación de la industria nacional de los países del Cono Sur, así como la usurpación del crédito interno, además de la estafa de la deuda externa y del juego sucio en el comercio internacional que se traduce en la manipulación de los precios de los productos y los fletes de los barcos para el transporte marítimo. La cosa es muy sencilla: lo que llamamos inversión extranjera proviene, en su mayoría, de las fuentes de crédito del propio país y, además, se aseguran las ganancias de la benefactora empresa en cuestión, ya que los riesgos los asume el Estado. No hace falta decir que esa inversión se transforma automáticamente en deuda externa, que solo puede ser pagada con la exportación de productos. Es curioso, a este respecto, que los productos latinoamericanos bajen constantemente de precio y los europeos y norteamericanos no dejen de subir, como no deja de subir la deuda ante la imposibilidad de pagarla, por lo que se hace necesario más crédito y más inversión extranjera. Seguro que no está relacionado con quiénes toman las decisiones en los organismos financieros internacionales ¿verdad? Nos explica Galeano que el Fondo Monetario Internacional ofrece préstamos a cambio de medidas concretas en la economía (eso que ahora llamamos austeridad). Las medidas concretas no atienden las causas de los problemas, sino a sus consecuencias. Por ello, la economía no hace más que empeorar su situación y volver al préstamo, que le exigirá medidas aún más concretas y drásticas. Y sigue subiendo la deuda (o el déficit como lo llamamos ahora). ¿Nos suena esto de algo? Sin embargo, los teóricos de la sacralización del pago de la deuda, los Estados Unidos, jamás aplican este tipo de medidas en su país. De igual forma que, siendo los mayores defensores del libre comercio, son los más restrictivos y proteccionistas cuando se trata de equilibrar la balanza entre la importación y la necesaria defensa de sus productores nacionales. Por supuesto, no es necesario decir que toda voz, todo ejemplo, que haya intentado alzarse contra estas tendencias a lo largo de la Historia ha sido, literalmente, aniquilada. De hecho, en las páginas de Las venas, se demuestra con datos que la mayoría de Golpes de Estado que se han producido en Latinoamérica, con el indiscutible apoyo de Estados Unidos o Inglaterra, han venido después de decisiones tomadas por gobiernos democráticos que lesionaban los intereses económicos de estos países. Todo esto lo hace Galeano huyendo de un lenguaje hermético, usando un tono de novela, como él mismo admite en el epílogo. Mucho debiéramos agradecer estos intentos de hacernos conscientes de la estructura política y económica que sostiene el engranaje del neoliberalismo. Nadie mejor que él para explicarlo: “El lenguaje hermético no es siempre el precio inevitable de la profundidad. Puede esconder, simplemente, en algunos casos, una incapacidad de comunicación elevada a la categoría de virtud intelectual. Sospecho que el aburrimiento sirve así, a menudo, para bendecir el orden establecido: confirma que el conocimiento es un privilegio de las élites.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí señor, no puedo estar más de acuerdo. Gran libro y gran trabajo de documentación.

Sr. Lenguado dijo...

Hay que tener mucho talento para hacer un trabajo como ese y explicarlo todo con esa facilidad y familiaridad. Gracias por tu comentario.