jueves, 7 de abril de 2011

La ficción de la seguridad

Recuerdo el pánico que muchos sufrimos durante la famosa crisis de las “vacas locas” que se generó en el Reino Unido en la segunda mitad de la década de los noventa. Tengo que reconocer que yo fui uno de esos fanáticos que decidió no comer carne de ternera durante varios meses al no poder establecer con seguridad el origen de toda la carne que consumía o, aún peor, cuando conocía el origen de la carne, alegaba no tener motivos para confiar más en unos ganaderos que en otros. Muchos años atrás y, todavía saliendo de una adolescencia tardía, también viví de primera mano el miedo a la famosa bacteria asesina y, durante algunas semanas, me preocupaba sobremanera cualquier corte o herida que pudiera hacerme de forma accidental. Más recientemente, formas de gripe desconocidas para la opinión pública parecen irrumpir en la actualidad informativa como si de grandes campañas de publicidad se tratase. Las previsiones e hipótesis que se lanzaron con motivo de la gripe aviar eran aterradoras. ¿Y qué podría decirse de la gripe A? El propio gobierno se mostró asustadizo y tomó una serie de precauciones que unos meses más tardes acabaron por parecer un poco ridículas. Si bien son estos unos hechos que no deberían justificar un miedo excesivo, lo cierto es que me gustaría llevar el análisis a situaciones más delicadas, es decir, a determinadas tragedias producidas por los seres humanos o por la naturaleza. Los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Estados Unidos supusieron un claro punto de inflexión en algo que debería ser tan normal a estas alturas como viajar en avión. Los protocolos de seguridad fueron revisados de forma concienzuda y los aeropuertos se convirtieron en lugares más tediosos de lo que, en sí mismos, ya eran. Un caso más reciente y, si cabe, más terrible es el de la enorme tragedia que está sufriendo Japón desde el día 11 de marzo. Cuando la causa natural (un tsunami), se une a la causa humana (las centrales nucleares) contribuyendo así a hacer mayor el desastre y más insoportable el sufrimiento de la población, el miedo, desde luego, es más que comprensible. Para afrontarlo, vamos a revisar todas las centrales nucleares y a someterlas a unas pruebas de estrés (expresión que parece haberse puesto de moda). De esta forma, conseguiremos lo mismo que conseguimos cuando los gobiernos se aprovisionaron de vacunas y antivirales o cuando se adoptaron las férreas medidas de seguridad en los aviones tras el 11 de septiembre: recuperar la ilusión de control, ese sentimiento de seguridad que tanto necesitamos y que podría definirse como la tendencia de los seres humanos a creer que pueden controlar o influir en los resultados de procesos sobre los que, claramente, no tienen ninguna capacidad de influencia. No es que yo critique la necesidad de adoptar medidas y precauciones que, sin duda, son necesarias para garantizar la seguridad, el bienestar o la propia vida. Sin embargo, me gustaría plantear una reflexión. Hacemos todo tipo de cosas para mantener la ficción de nuestra seguridad y nuestra permanencia: escribimos libros, ponemos rejas a las ventanas, compartimos parte de nuestra vida privada con cámaras de videovigilancia, revisamos todos los protocolos revisables, eludimos las conversaciones sobre la enfermedad y el sufrimiento, nos declaramos incapaces de acudir a los tanatorios y a los hospitales... Y, sin embargo, rara vez nos atrevemos a revisarnos nosotros mismos y a preguntarnos por qué no podemos soportar la idea de vivir en un mundo imprevisible, por qué vivimos tan completamente ajenos a la certeza de saber que un día desapareceremos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

La gente tiene que responder a un esquema mental "seguro" en un sistema social, político y económico "seguro" sino, todo se viene al traste. Y son los medios de comunicación los que a través del miedo nos inculcan todo eso.
Y no es por dar por culo pero lo del 11 de septiembre creo que fue en 2001 xD.

No me has enlazao capullo... =(

Sr. Lenguado dijo...

¡Hombre! ¡Amigo Worve!. Muchas gracias por el comentario. Mis entradas suelen tener siempre los mismos problemas: demasiado pretenciosas, hechas con bastante prisa y con un resultado final en el que no acabo de explicarme del todo. Llevas razón en que todos necesitamos vivir en la certidumbre, en la seguridad, necesitamos un entorno predecible y en que se pueda confiar. Y, claro, como bien apuntas, los medios de comunicación se frotan las manos cuando comprenden el poder que atesoran al poder jugar a su antojo con el miedo de la gente. Además de todas esas reflexiones, yo quería plantear algo más: la necesidad de admitir que vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, donde alguna vez nos tocará sufrir y, desde luego, morir. No deberíamos seguir viviendo de espaldas a todo eso, empezando por el que suscribe el comentario. Te agradezco mucho la corrección de mi despiste con las fechas. Y en cuanto a lo de tu enlace, discúlpame colega, no recordaba el nombre del blog y, aunque he estado buscando enlaces a partir del blog de Rocío, todavía no le había dedicado el tiempo suficiente. Pero vamos que es algo que voy a solucionar YA.