jueves, 6 de mayo de 2010

El ciego Pew

El impulso para leer La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson se lo debo a Borges. Después de haberlo terminado, me siento al final de un camino que he transitado en sentido contrario y que empezó hace muchos años con el descubrimiento de un soneto de gran madurez del poeta argentino, cuyo título es Blind Pew y que hace referencia al gran clásico de la literatura juvenil y de aventuras. En aquel tiempo, consciente de lo tardía que había sido mi incorporación a la comunidad de lectores, el título del poema me resultaba un enigma y lamentaba no haber recurrido a Stevenson en una adolescencia no tan provechosa como me hubiera gustado. La isla del tesoro se quedó en la lista de asignaturas pendientes con un lamento hasta que, hace un par de meses, encontré las ganas suficientes para acometerlo. Probablemente, uno no termina de entender del todo a los escritores que admira hasta que no ha bebido de sus fuentes, hasta que no comparte las referencias de su universo cultural. Sólo entonces se puede hablar de un perfecto desconocido con el cariño que se podría hablar de un hermano. Borges fue un niño marcado por su destino. Desde muy pequeño, Borges fue hablante nativo de las dos lenguas con las que construyó su identidad social, la española y la inglesa. También desde muy pequeño, su padre le abre las puertas de su biblioteca y lo arroja al seno de los libros. Entre estas lecturas tempranas, está La isla del tesoro. ¿Por qué se desarrolla semejante fascinación por esta novela? ¿Cómo se convierte el pirata Pew, uno de los protagonistas de las primeras páginas del libro, en una voz tan potente de la confederación de almas que conforman al poeta bonaerense? Borges fue un niño marcado por la herencia de su padre, Jorge Guillermo Borges, un escritor frustrado que pide a su hijo que dedique su vida a escribir, un hombre que a causa de una patología pierde la visión. Burlas del destino: Borges consigue ser el escritor que su padre nunca pudo ser, pero no se libra de la influencia de la enfermedad paterna y acaba por quedarse ciego. Es, en este contexto, donde podemos valorar la importancia del ciego Pew para un Borges que había asistido durante su adolescencia a la pérdida de visión de su padre. Una mancha de oscuridad crecía en silencio alrededor del poeta argentino, una oscuridad densa que esperaba el momento oportuno para apoderarse de él. Como bien resume el soneto, el pirata Pew es poco menos que un paria, debido a su condición de ciego y a su vida mendicante, pero albergaba la esperanza de un tesoro que tuvo y está enterrado en playas lejanas. De la misma forma, Borges también tuvo el tesoro de su infancia y asiste a la amarga realidad de perder el sentido más preciado para un lector empedernido. Se siente robado, empujado a una vida paria y dependiente, pero también tiene su esperanza en una lejana costa. Y así es como termina el soneto:

A ti también, en otras playas de oro,
te aguarda incorruptible tu tesoro:
la vasta y vaga y necesaria muerte.

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