jueves, 4 de marzo de 2010

Garcilaso de la Vega

Durante las pasadas navidades, por necesidades de formación personal, estuve leyendo la poesía de Garcilaso de la Vega. Mi acercamiento a Garcilaso estaba, como en tantas otras ocasiones, salpicado de cierto temor absurdo que me despiertan los clásicos de la literatura castellana, un temor que me lleva a pensar que no iba a ser capaz de disfrutar plenamente de la lectura. Anticipaba las pausas, los retrocesos, la lectura detenida de las notas a pie de página, la necesidad de ir tomando notas, el subrayado y la búsqueda de relaciones entre los poemas y los datos biográficos. Toda esta actividad de anticipación me hacía pensar que la tarea va a ser larga, no difícil pero sí mentalmente agotadora. Sin duda, no sabía hasta qué punto me equivocaba. La biografía de Garcilaso es apasionante, es la vida intensa de un soldado que peleó en algunos de los más importantes escenarios que estaban decidiendo la historia de Europa y, por ende, de España en su tiempo. Una vida marcada por el exilio, el amor, la literatura y la amistad. Fue fácil y gratificante encontrar los paralelismos entre su vida y sus versos, así como comprobar que la gran poesía, aun cuando tiene un sustrato autobiográfico, es capaz de universalizarse y ofrecer modelos con los de identificación a los lectores de todo tiempo y lugar. Las técnicas de trabajo intelectual, que estaba utilizando mientras leía, me ayudaban a comprender mejor el sentido de los poemas por la propia de necesidad de reelaborarlos. La lectura fluía sin dificultad. Y las pausas, los retrocesos, las notas a pie de página, eran estaciones placenteras, ocasiones para detenerse en ciertos versos elegantes y directos que reclamaban una mayor atención. En cuanto a mi miedo al lenguaje de la obra, tengo que admitir que mi desconocimiento me había inducido a error. El lenguaje y los modos de expresión de Garcilaso no chocan con el código lingüístico del lector de nuestro tiempo, es impresionante comprobar cómo sale airoso de situaciones poéticamente complicadas. Me di cuenta de que las dificultades que cualquiera podría encontrarse al escribir, habían sido superadas con facilidad por Garcilaso hace más de quinientos años. Y es que no hay mejor manera de sentirse antiguo que leer a los clásicos.

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