miércoles, 14 de octubre de 2009

En medio de ninguna parte de J. M. Coetzee

Quiero reflexionar hoy sobre una novela que llegó a mis manos siguiendo un camino completamente distinto al que describía hace una semana con el El diluvio. John Maxwell Coetzee es anunciado como ganador del premio Nóbel de literatura el día 2 de octubre de 2003. Tras muchos años oyendo elogios de sus novelas, en enero de 2009 recibo como regalo En medio de ninguna parte, una novela publicada por primera vez en 1977 y que Mondadori se atreve a publicar por primera vez en su catálogo en junio de 2003. La distancia entre su publicación y su traducción predisponen de forma positiva al lector interesado, de la misma manera que su edición algunos meses antes de convertirse en nuevo símbolo de la novela mundial por obra y gracia de la Academia Sueca. El azar y la casualidad han querido que yo conozca a Coetzee con este volumen y lo cierto es que la experiencia ha sido altamente satisfactoria. La historia que se nos cuenta es una maraña de diversas tramas incompatibles entre sí y de desigual extensión narradas por la omnipresente voz de Magda. Los personajes principales son siempre los mismos y están sometidos a la tensión dramática que impone la narradora, a los caprichosos cambios que transforman el escenario de la novela con una nueva recomposición de los hechos y que hacen imposibles todos los sucesos leídos previamente. La genial prosa del sudafricano nos va desvelando progresivamente el trasfondo constante de una conflictiva relación con el padre, culpabilizado de la prematura muerte de la madre y que fomenta un sentimiento de orfandad, de vacío, de falta de ubicación en el mundo. En cuanto a las contradicciones narrativas, uno acaba por darse cuenta de que no tienen la menor importancia, no es necesario saber cuál de las historias que narra Magda es la verdadera. Como toda ficción literaria, su calidad no se mide por el grado de realidad de lo que se cuenta. Para eso, ya disponemos del Periodismo. Probablemente, una historia bien contada (ya sea cine, teatro o literatura) no plantea dilemas en cuanto a la veracidad de los hechos. Es decir, cuanto mejor es la narración de un suceso menos objeciones suscita sobre su posibilidad real de suceder. De hecho, hace ya varios años que los Psicólogos Culturales vienen afirmando que el criterio de bondad de los modos narrativos de discurso es la verosimilitud, la apariencia de verdad, y no la verdad absoluta. Sin duda, Coetzee, metido en la piel de Magda, consigue trenzar varios relatos de impregnados de verosimilitud y que nos enfrentan a la estremecedora vivencia de un grupo humano aislado en medio de ninguna parte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me puedo creer que sigas escribiendo por aquí.

Sr. Lenguado dijo...

Sí señor.